POR: Pepe Valencia
Diciembre empezó a lo grande. Primero la multitudinaria concentración de
alrededor de 100 mil o más personas en el Zócalo de la Ciudad de México
para aclamar al presidente Andrés Manuel López Obrador por su tercer
informe de gobierno. También las peregrinaciones guadalupanas. Luego
vienen las posadas. Las cenas de navidad. Las convivencias para despedir el
año. Las compras por el Día de Reyes.
Este fin de semana los restaurantes, mercados populares y plazas
comerciales estaban a reventar. Las calles del centro de la ciudad atestadas
de gente como en los mejores tiempos. Es emocionante. Nadie parece
acordarse de la pandemia. Muchos han prescindido del cubre-bocas.
¿Y la variante ómicron del coronavirus? Según la Organización Mundial de la
Salud, el riesgo es “muy alto” y podría acarrear “consecuencias severas”,
incluso a los vacunados. A pocos parece importarles. Ni al gobierno. La
prueba está en el mitin de obligados, acarreados o voluntarios del miércoles
en México.
Ojalá fuera un mal sueño y no una pesadilla real. Una novela de horror o una
película de ciencia ficción y no una dramática realidad. Sin embargo, existen
millones de contagiados y muertos. En México han fallecido cientos de miles.
El confinamiento afecta y llena de ansiedad a las familias. El estrés
desencadena infinidad de achaques. La salud se deteriora y la gente
desconoce el porqué. En algunos hogares se acrecientan las disputas y la
violencia intrafamiliar.
Las autoridades sanitarias alertan por la llegada de la cuarta ola de la
pandemia, de las variantes, ómicron por delante. Muchos no toman en serio
la amenaza y se relajan las medidas de prevención.
Al inicio, el año pasado, las calles, oficinas, parques, tiendas, centros de
diversión y espacios públicos lucían desiertos. Hoy resurgen sin miedo las
aglomeraciones. Pocos temen al Covid-19.
Los políticos reanudan las reuniones masivas. Se celebran eventos artísticos,
deportivos, religiosos, sociales, etcétera.
Qué bueno, retorna también el turismo y se reactiva la economía. La
inseguridad ni siquiera se tomó una tregua. Las ejecuciones, secuestros y en
general los hechos delictivos, no descansan.
Le perdieron el miedo al coronavirus. Que siga la fiesta. Fuera los cubre-
bocas. Vengan de nuevo los besos y abrazos fraternos. Al fin que ya nos
vacunamos, por lo menos la mayoría.
–El Covid-19 no existe. Es puro cuento o invento del gobierno y de los
laboratorios farmacéuticos trasnacionales para ganar dinero –gritaban o
gritan aún unos.
¿Al diablo la pandemia?
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