Observo que la vieja amenaza de: “Te mataré como a un perro”, ha caído en la más notable obsolescencia, porque ahora, las leyes proteccionistas de los animales, más la comprensión y amor hacia las mascotas que nos acompañan domésticamente, han logrado que nuestros perros y gatos, gocen del privilegio de una muerte asistida, con la piadosa ayuda de veterinario facultado para poner fin al sufrimiento terminal, y con las sustancias letales autorizadas y dosificadas profesionalmente para cumplir con ese triste, aunque necesario propósito.
En cambio los ciudadanos mexicanos seguimos en la necedad de tener el sufrimiento final como redención de culpas, nuestra vida como prestada, y la ayuda a bien morir como delito. ¡Estamos jodidos!
M.G.
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