Casi siempre la política lleva mano en la atención de lo que denominados en términos amplios, la sociedad.
Los poderes públicos suelen tener el reflector, pues en esas instancias se concentran todos los instrumentos que idealmente han de definir lo que beneficia a todos: salud, educación, empleo, seguridad, justicia, hacienda, por referir ámbitos centrales del acontecer público incidentes en el desarrollo.
Por eso sorprende lo ocurrido este 8 de marzo al recordar el Día Internacional de la Mujer, al menos por quienes intervinieron en las calles y plazas de muchas ciudades y poblados, las autoridades, los espectadores y los medios.
Como siempre en zonas marginadas –vaya que son hartas en pleno siglo XXI- quizá la participación no haya sido tan notoria como en las grandes urbes, sin que ello signifique que no estén pendientes a estas manifestaciones que intentan revertir atavismos que vienen ya de muchísimos ayeres.
Lo que más llama la atención es la unísona demanda de respeto y seguridad.
Hay un legítimo hartazgo de lo que sucede a las mujeres de todas las edades y de cualquier condición económica y sociales, es decir lo que les ocurre en sus hogares, en el transporte, en los empleos diversos, en los medios de comunicación, en la inseguridad que suele ocurrir en actos delictivos de toda índoles y que se agravan aún más cuando sufren en sus personas cualquier vejación que se les ocurra.
Algunas logran defenderse, sin embargo muchas miles, sea por ignorancia o marginación, están a merced de toda clase de atropellos por esa condición de dependencia que las hace estar siempre al servicio y a la sombra.
Ejemplos hay muchos: en el sector educativo las maestras que inician actividades suelen ser enviadas lejos de sus lugares de origen; acercarse, si es que en el inter les cambia la vida por alguna relación, son orilladas u obligadas por los líderes sindicales a sus complacencias sexuales o económicas, lo que las pone en la disyuntiva siempre desventajosa.
También ocurre en casos como Pemex, CFE, en donde para ingresar o mantenerse muchas ocasiones le tienen que entrar con dinero o con las referidas complacencias o sujetas a múltiples situaciones adversas a su condición.
O maestros incluso universitarios que se pasan de tueste y que por años han nadado en la gran alberca de la impunidad.
Y así, por donde se escarbe, se encuentran situaciones que afectan a muchas mujeres que por profesión, oficio u lo que sea, requieren de un trabajo.
Por eso es de valorarse este Día Internacional de la Mujer, en el que prevalecen reivindicaciones de todo tipo y que es un movimiento cívico que ha de ir enmendando cada vez más estas irregulares situaciones en una nación que se precia democrática.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha de ser el primer sorprendido de lo que ocurrió este día, incluida su discreta distancia a lo que se venía y su definición humanista más que feminista.
Todas y todos tenemos que aprender a respetar y hacer prevalecer las leyes en pro de la igualdad entre mujeres y hombres.
Hay algunas que también se cuecen aparte en materia de autoritarismo, aunque por fortuna son las menos.
Escritor y periodista