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Myriam Moscona busca a su madre, al lenguaje, a su patria en León de lidia

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León de lidia (como se llama también a la moneda oficial acuñada más antigua que se conserva), de Myriam Moscona, editada por Tusquets / Planeta, tiene entre sus páginas un sentido de la orfandad tan desolador, tan doloroso, que al parecer es todo lo que tiñe las historias. Por favor, compren este libro y manténganlo cerca de su corazón. Nunca lo olvidarán.

Ciudad de México, 27 de diciembre (MaremotoM).- Como es un libro inclasificable, según la editorial, inclasificable será el alcance con los lectores. León de lidia (como se llama también a la moneda oficial acuñada más antigua que se conserva), de Myriam Moscona, editada por Planeta, tiene entre sus páginas un sentido de la orfandad tan desolador, tan doloroso, que al parecer es todo lo que tiñe las historias.

Porque es cierto, hay muchas historias y tiene un toque al Yo también me acuerdo, de Margo Glantz, eso que dice Martín Kohan que no es una memoria determinada, sino “como si el recuerdo se trasladara por sí sólo y no con el sujeto que lo está trayendo”.

Hay una escritura melancólica de Myriam, una poeta esencial, pero al mismo tiempo hay un despojo de la memoria que se va dando poco a poco, en objetos, en hechos cotidianos y la pregunta de quien narra, ¿cómo frenaré esto?

“Una tercia de tratamientos modernos para las afecciones de mente nació en poco tiempo y en la misma ciudad; el tratamiento de choque, el tratamiento químico y el psicoanálisis”, reflexiona en alguna página alguien que está mostrando su cabeza, su cerebro.

Myriam Moscona

Editó Tusquets. Foto: Cortesía

Isla Partida, de Daniela Tarazona y León de lidia parecen hermanos huérfanos en un sistema donde a todos les funciona la cabeza, donde todo es raciocinio y donde la literatura pareciera ser esclava del pensamiento natural, antes que víctima de un cerebro que cuanto más lo analizamos, más frágil se vuelve.Te puede interesar:  La Copa del Mundo y la pregunta del millón

Myriam Moscona

Ella es huérfana como yo y yo soy huérfana de su viudez, soy viuda de la viuda, aunque sea su hija, porque ella, vestida de negro, no es capaz de contenerme. Foto: Cortesía de autora

Pero volvamos a hablar de la orfandad: “Ella es huérfana como yo y yo soy huérfana de su viudez, soy viuda de la viuda, aunque sea su hija, porque ella, vestida de negro, no es capaz de contenerme. Le desaparecieron los ojos. Parece muerta. Años después, cuando ya no existe, le explico entre vapores: “no supe fundar otra rama y tengo años de vivir con el líquido del corazón derramado como un agua hedionda”. Le digo que mis novios me ayudan a producirla y que necesito más del agua que de los novios y que por eso los escojo así, en la lejanía, para estar en mi clan de orfandad. Mi madre sonríe con sus pómulos de siempre y me responde con una cantata de Bach. Y el olvido en que nos tuvo lo perdono y lo vuelvo a perdonar. La música nos une y nos libera”.

Uno de los tantos textos inolvidables que quedarán para siempre en el mar de la literatura de esta gran poeta y que ha producido pocos libros narrativos, el primero de ellos fue Tela de sevoya, que ganó el Premio Xavier Villaurrutia y este, León de lidia, parece ser una continuación de aquel relato primordial donde se buscaba Bulgaria como una patria prometida y como el final de ese sentido de la orfandad. Aquí, Bulgaria es una pregunta y es tratar de encontrar un lenguaje otro, un lenguaje que certifique la calidad de la memoria más allá de los cuerpos y de las viudeces.

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