Cada 31 de octubre, antes de que los rayos del sol alumbren el día, la gente de Acatitla, comunidad nahua del municipio de Chicontepec, en la Huasteca veracruzana, dispone sus pasos hacia el panteón. En la penumbra, iluminada con la luz de las velas que llevan consigo, desprenden de sus sahumerios el aroma del incienso y los músicos tradicionales tocan sones para la ocasión; alrededor de las tumbas rezan para invocar a sus difuntos.
Desde el lugar de descanso de las almas y guiados por los especialistas rituales, los deudos trazan un camino de pétalos de cempasúchil hasta los hogares, donde han dispuesto los altares en honor a sus fallecidos. La puerta principal de la casa se deja abierta, pues se cree que las almas entran por ahí; en las viviendas se reza y sobre el altar se colocan las primeras ofrendas: café, chocolate, pan y agua.
Como desde hace más de 30 años, a finales de octubre, el Museo Nacional de Antropología (MNA) presenta una ofrenda de muertos de un grupo indígena específico. En esta ocasión toca a la comunidad nahua de Acatitla compartir sus creencias y prácticas en torno a esta celebración, la cual, en la región Huasteca, se denomina Xantolo (Todos los Santos, en español).
En el patio central, frente al ‘Paraguas’ del MNA, hasta el 6 de noviembre, el montaje, titulado “Xantolo: ritos y ofrendas para los muertos entre los nahuas de Acatitla, Chicontepec, Veracruz”, presenta la festividad en los dos principales contextos en que se desarrolla: el doméstico, a través de la recreación de una casa tradicional, en cuyo interior la comunidad colocó el altar con su característico arco decorado con cempasúchil, mano de león y flor blanca; y el panteón, espacio de convivencia comunal, donde se recibe y despide a los difuntos.
Cuarenta personas de la comunidad prepararon los elementos para celebrar el Xantolo en el museo, y luego del montaje de la ofrenda, representaron los momentos más importantes de la festividad, acompañadas de músicos tradicionales, una banda de viento y dos narradores que explicaron cada una de las acciones que componen esta celebración, la cual inicia el 24 de junio, con la primera siembra del cempasúchil.
El director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto Hernández, dio la bienvenida a la comunidad nahua, acompañado de la subsecretaria de Desarrollo Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, Marina Núñez Bespalova; la directora general del Instituto Veracruzano de Cultura, Silvia Alejandre Prado; el subdirector de Etnografía del MNA, Arturo Gómez Martínez, y el escritor nahuatlato, Natalio Hernández. En representación de la comunidad rural, el agente municipal, Román Cruz de la Cruz, dio el saludo.
“Desde el 28 de octubre, se suspenden las actividades cotidianas en Acatitla para dedicarse a preparar sus altares de muerto”, se escuchó en la voz de los narradores. El 30 de octubre, el Día de la Flor, en la cabecera municipal se adquieren las flores para los altares y estos comienzan a elaborarse; los arcos se adornan con palmillas, cempasúchil, mano de león y flor blanca; además, se les cuelgan manzanas, plátanos, mandarinas y limas, así como “pan muñeco”. Al terminar, se truenan cohetes en señal de que está listo.
Los alimentos se preparan el día 31: café, chocolate, pan y patzcalli (platillo tradicional elaborado con ajonjolí molido, chile de árbol, frijol, chayotes, cebolla silvestre y hierbabuena), también se cocinan adobos y moles; la comida fuerte debe quedar lista al mediodía, momento en que los guisos se colocan en el altar, junto con frutas, refrescos y cervezas. Se truenan más cohetes, y por la tarde, comienzan a prepararse los primeros tamales, para la ofrenda del día siguiente.
El 1 de noviembre se dedica a los difuntos infantes, y el 2, a los adultos. A temprana hora, en ambos días, las familias salen a la calle para dar la bienvenida a las ánimas. Se traza nuevamente el camino con pétalos amarillos, desde la calle principal hasta la casa de los deudos, se rocía agua bendita y se sahúma.