Sala de espera |
Gerardo Galarza
La semana pasada -aún con su exitoso cierre de precampaña- quedó claro que si Xóchitl Gálvez quiere ser presidenta de la República no sólo deberá ganarle las elecciones a Morena, sino también derrotar a las dirigencias de los partidos políticos que la postularán como candidata.
No le será fácil, pero tendrá que hacerlo.
La ruptura de la alianza en Coahuila de los partidos que la postularán así lo demuestra, luego de que el dirigente nacional del PAN exhibió públicamente su fragilidad en torno al botín político en aquella entidad.
Es casi contradictorio decir que la candidata opositora debe deslindarse, en buena hora ya lo hizo inicialmente, de las dirigencias nacionales del PAN, PRI y PRD.
Los ciudadanos -que son los que votan- ya están hartos desde hace mucho tiempo de los “arreglos” de los políticos que siempre buscan y buscarán sus propias ganancias.
Si en Coahuila el PAN reclamó incumplimientos en la ocupación de posiciones políticas y burocráticas, firmadas por los dirigentes nacionales de los partidos de esa alianza y su consecuente ruptura, es de suponer que esa alianza política no fue en pro de una candidatura, sino por la consecución de cargos políticos y de poder burocrático, incluidas notarías públicas.
Xóchitl Gálvez debe saberlo. No es fácil ser candidata presidencial de partidos políticos que siempre fueron antagónicos.
Debe saber que esos tres partidos, en mayor o menor grado de extinción porque ahora poco significan para los ciudadanos, pero que se creen fuertes por su poder legal de postulación; es decir, por sus simple siglas, aun cuando sea su candidatura la que concentre la oposición a un gobierno desastroso para el país.
Esos partidos y sus dirigentes buscan conservar su registro y ocupar cargos de elección popular (diputaciones y senadurías) mediante la representación proporcional. Con severidad, se puede decir que poco les importará ganar la Presidencia de la República, si ellos son beneficiados.
En otras palabras: Xóchitl Gálvez es la opción política para millones de mexicanos hartos, apenas en cinco años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero también, hay que decirlo, de los partidos políticos que la postularán.
No, no es fácil. ¿Cómo pedirles a los ciudadanos que voten por la candidata de partidos “dirigidos” por Marko Cortés o por Alito Moreno? ¿De veras?
Eso es tan absurdo como pedirles a los ciudadanos que voten por la candidata de un partido liderado nominalmente por Mario Delgado y realmente por el presidente de República que, éste sí, cuenta con todos los recursos del poder público para conseguir votos.
La única candidata opositora debe saber que ella y su equipo, mucho más allá de los partidos que la postulan, deben ofrecer a los ciudadanos una opción real de gobierno. El discurso del domingo pasado permite creer que ella lo sabe.
No es fácil, dirá Perogrullo, en la época actual combatir al crimen organizado, la inseguridad, la impunidad y la corrupción rampante, sin contar otras exigencias también urgentes.
Para enfrentarlos es necesaria toda la fuerza de un Estado sin fisuras. Un Estado encabezado por un gobierno alejado de cualquier interés que no sea el de la sociedad. Esa es una propuesta viable de gobierno.
No hay de otra y la candidata, los ciudadanos y los militantes de los partidos aliados deben actuar en consecuencia, so pena de perder unas elecciones, que deberían ganar.
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