Por Deborah Buiza
Con lo cara que anda la vida ha circulado por las redes sociales un meme que advierte que debimos empezar a ahorrar para nuestro retiro en la vejez desde que estábamos en pre-escolar. A mí, francamente me llega tarde el aviso, incluso a mis hijos también. ¿Qué otras cosas se habrán quedado pendientes de aquellos tiempos de infancia?
Si pudieras regresar el tiempo y fueras niño (a) una vez más ¿qué harías diferente? ¿Qué te traerías de tu yo-niño al presente? Quizás yo trataría de divertirme más, ser más niña, ya que según dicen yo fui una pequeña “adultita”, muy seria, muy preocupada.
Cuando crecemos no sólo asumimos ciertas responsabilidades y obligaciones sino me parece que vamos perdiendo la capacidad de disfrutar de lo simple, nos vamos cuadrando tanto que con frecuencia nos cuesta reír a carcajada abierta, no sabemos estar en el momento presente, divertirnos, jugar, y nos olvidamos de mirar con ojos curiosos e ingenuos.
Ahora que ya eres adulto, ¿cuántas cosas haces sólo porque es divertido?
Hace unos días mi cuñada nos compartió una foto de mi sobrina de cuatro años, la pequeña se ve sentada con el rostro serio y con el ceño ligeramente fruncido, la instrucción para la foto fue que “pusiera cara de adulto”.
Cuándo éramos niños, ¿cómo creíamos que era ser adulto? ¿La vida que ahora tenemos se parece a eso que imaginábamos? Yo no tenía ni la menor idea de cómo era ser adulto y a veces, cuando estoy muy cansada, creo que no me gusta tanto, e incluso en ocasiones fantaseo con que me gustaría que hubiera un adulto más adulto que yo a cargo (aunque fuera un momento en lo que agarro aire para seguirle).
¿Cómo se ve un adulto para ti? ¿Qué gesto tiene? ¿Cómo se viste? ¿Cómo anda? ¿Cómo se divierte? ¿Con qué sueña? ¿Qué hace sonreír a su corazón? ¿Qué da paz a su alma?
Si te miras al espejo con ojos de niño ¿qué ves? ¿Qué tipo de adulto eres? ¿Eres uno de ceño fruncido, serio, sólo con ocupaciones y responsabilidades? ¿Cómo aprendiste a ser “adulto” y dejaste de ser niño?
Los niños nos permiten ver el mundo desde otros lugares, es maravilloso tener uno cerca, su imaginación (aún) no está limitada y la manera en que interpretan la realidad es interesante, ellos crean conexiones increíbles y su capacidad de sorprenderse es fabulosa.
¿Qué podemos aprender de los pequeños? ¿Qué puedes aprender del niño que fuiste y que seguramente anda por ahí?
La infancia dura muy poco y no siempre se pasa en las mejores condiciones y circunstancias y a veces se van arrastrando carencias o pendientes con esos pequeñitos, y aunque sabemos que no se puede regresar al pasado, quizá si se pueda en el presente de alguna forma “cubrir” esos pendientes, esas deudas, esos vacíos.
Te invito a darte unos momentos y preguntarte si tuvieras algún pendiente con el niño que fuiste, ¿que sería? ¿Cómo podrías saldar esos “pendientes”?
Si fuera cierto eso del niño interior, ¿qué harías para cuidar de él y hacerlo sentir amado? ¿Cómo podrías hacerlo más feliz? ¿Cómo podrías ponerle límites que lo cuiden más? ¿Cómo podrías ayudarle a gestionar sus emociones para que no se desborde?
Los pequeños con muy poco encuentran con que entretenerse, disfrutan mucho porque viven casi totalmente en el presente muy conectados a sí mismos, sienten con mucha intensidad y su mirada no está tan “contaminada”.
Si pudieras por un día ser niño (a) de nuevo, aquí y ahora, ¿cómo serías, qué harías, qué disfrutarías, cómo pasarías tu día?
Yo tengo pendiente una ida a los columpios con un amigo de la infancia pero la vida de adulto no nos ha dejado, es tan difícil conciliar las agendas, entre las ocupaciones, preocupaciones y distancias. Me imagino esa salida con helados y los dos meciéndonos en los sillines en un día soleado, sin siquiera cruzar palabra, sólo por el puro gusto de balancearnos y de disfrutar del momento, como si los años no hubieran pasado, como si nuestros corazones no se hubieran roto ya en muchísimas ocasiones, como si sólo tuviéramos ese momento y toda una vida por delante.
Y tú, ¿qué pendiente “infantil” tienes?
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