Agradezco a la Maestra Fabiola Margarita Torres García por la presentación de mi libro: “Linaje de Cortés”, en el auditorio del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM, la semana pasada.
A Felipe de Jesús Sánchez Reyes, quien organizó este encuentro académico, a los demás colegas que permitieron que el evento se transformara en un homenaje hacia mi labor de investigador del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana.
Al querido compañero de tantas aventuras y lecturas en el mundanal ruido de la vida: Vicente Francisco Torres, desde hace décadas forma parte de mi existencia. Su amistad brilla como un tesoro por sus conversaciones durante muchos encuentros y viajes que hicimos juntos.
En mi relato “Linaje de Cortés”, ubicó la historiografía y la arqueología del saber. Los académicos que me acompañaron mi visita a este centro de estudios universitarios, mi profunda admiración por las conversaciones realizadas después del evento, en un restaurante, brotó la verdadera conferencia. Intercambiamos informaciones bibliográficas, y experiencias aúlicas y asuntos relacionados con nuestros trabajos de investigación.
El encuentro con estudiantes y colegas académicos resultó un dialogo abierto y transparente. Dentro de los niveles de armonía, respeto y vinculación.
Los asistentes conocían, debido a la lectura de mi libro, el contenido y la forma. De todas formas, les descubrí el entorno en que penetré en los espacios de la creación literaria. El contexto de convivir con muchos intelectuales veracruzanos.
Sin embargo, improvisé un recorrido por el territorio de la literatura veracruzana, que tanto influyó en mi aprendizaje.
Todavía continuo por conocer otras cosas más de mi curiosidad.
A vuelo de águila transporté a los oyentes hasta el norte del estado de Veracruz. Gregorio López y Fuentes fue creador de la literatura indigenista.
Sara García Iglesias, nació en la ciudad de México, y fue la primera presidenta municipal de Ozuluama, Veracruz, autora de obras de carácter vernáculo.
Silvia Tomasa Rivera y José Luis Rivas originarios de la huasteca.
En Papantla nació Manuel Maples Arce, promovió a Octavio Paz a ingresar en el servicio diplomático.
En Misantla, Miguel Molina escritor y periodista.
En el centro de Veracruz, Parménides García Saldaña inició la literatura de La Onda, Julián Meza escritor y filósofo, Mario Muñoz ensayista y traductor, Mario Heredia extraordinario narrador, y Octavio Reyes cuentista y cineasta.
En Córdoba: Jorge Cuesta, Emilio Carballido, Rubén Bonifaz Nuño, Víctor Toledo. Sergio Pitol estudió la preparatoria y fue compañero del hijo de Jorge Cuesta.
En Huatusco hay que revisar la poesía de Guillermo Landa y analizar los aportes de Jorge López Páez.
En el puerto de Veracruz, Hugo Argüelles, dramaturgo. Juan Vicente Melo, integrante de la generación de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis. La literatura proletaria de José Mancisidor, este narrador abrió las puertas a la fama a Octavio Paz por invitarlo al encuentro internacional contra el fascismo en la guerra civil española.
Al sur, en San Andrés Tuxtla, Ulises y Luis Carrión, Jaime Turrent, Carlos Isla, Francisco Hernández.
De Acayucan, Orlando Guillen Tapia, protagonista de la poesía mexicana.
Además del narrador Roberto Bravo Beltrán de Villa Azueta, radica en Escocia, excelente amigo y colega.
De Minatitlán: Luis Arturo Ramos extraordinario narrador y José Homero ensayista, poeta y editor.
En Coatzacoalcos brilla todavía la originalidad de Rubén Salazar Mallén impulsor de la literatura que aborda la vida burocrática en la ciudad de México, y estudioso del Malinchismo en México, tema que abordó Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”.
La capital veracruzana fue cuna del movimiento estridentista, del grupo la “Espiga amotinada”. Lugar de nacimiento de Sergio Galindo amigo entrañable que nos heredó el amor por el trabajo editorial, autor de una saga de obras que culminaron con su obra maestra “Otilia Rauda”.
Tantos colegas escritores xalapeños merecen todo un volumen, en el cual se estudien sus obras de creación literaria. En este escenario he convivido y sobrevivido durante muchas décadas.
Las preguntas continuaron sobre los temas, personales y escenarios de mi libro “Linaje de Cortés”. Entre el entusiasmo juvenil de los asistentes, sentí la levedad y el estar todavía en este mundo. Después del evento, los anfitriones invitaron a un banquete en mi honor.
Entre el intercambio de experiencias educativas, añoré mi humildad y el ostracismo que se desintegró en esos instantes cuando me recordaron el cariño con que me recibieron los estudiantes, que se tomaron fotografías conmigo en el centro del auditorio.
Lanzaron el canto de la porra Goya, que nació en 1925, cuando apareció el espacio del “piojito” del barrio estudiantil de El Carmen 44: “Cachún cachún, ra ra, Goya, Goya, ¡Universidad!”.
Rodeado por los abrazos. Juveniles, vinieron a mi memoria los versos de López Velarde “Cuauhtémoc”: Joven abuelo: escúchame loarte, / único héroe a la altura del arte.” Me sentí el abuelo de estas generaciones.
Prosigo en mis andanzas alrededor del mundo con la lectura de Ezra Pound: “Antigua Sabiduría”, más bien cósmica / So-Shu soñó / y habiendo soñado que era un ave, una abeja, / y una mariposa, / dudaba de por qué debería intentar sentirse como cualquiera otra cosa, / de ahí su contento.”
Recité el lema “Por mi raza hablará el espíritu”, escrito por José Vasconcelos, y le completé el espíritu santo, para continuar mi camino por el crepúsculo de la vida.