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Roland Barthes, una de las principales figuras de la crítica literaria universal: Christopher Domínguez Michael

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    • Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, ofreció la segunda charla dedicada al pensador francés, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX.
    • La conferencia, celebrada de manera virtual, llevó el título “Posteridad de Roland Barthes”.
    • En palabras de Domínguez Michael, la crítica literaria de Barthes provoca reacciones críticas, apasionadas, virulentas y emocionantes.

Roland Barthes “es una de las grandes figuras de la crítica literaria universal”; por ende, es uno de los grandes críticos literarios franceses “o el más influyente”, aseguró Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la segunda conferencia dedicada al pensador francés, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX.

Durante la mesa “Posteridad de Roland Barthes”, celebrada de manera virtual, el colegiado afirmó que “la manera de hablar” del francés “es absolutamente formativa; yo creo que Roland Barthes, para usar el lugar común, llegó para quedarse y siempre se ha leído con provecho y, lo más importante, viéndolo desde la crítica literaria, es que siempre provocará reacciones críticas, apasionadas, virulentas y emocionantes”.

Durante su cátedra, Domínguez Michael se preguntó: “¿qué queda de Roland Barthes una vez que le quitamos todo el oropel de la rebelión estructuralista francesa? Queda un teórico de la literatura muy discutible, y lo digo de buena fe, queda un gran escritor, queda un lector magnífico, queda un hombre al que se le da muy bien este tipo de curaduría que hacen los franceses y que no tiene competencia en el mundo”. 

“Hace una década, en el Centro Georges Pompidou, en París, donde había una exposición homenaje a Roland Barthes, y dispusieron en paneles transparentes sus fichas de trabajo, ocurrió que me encontré con un espectáculo muy emocionante de la mente de un lector: emociona ver la manera en que él recortaba y fichaba”, agregó.

El miembro de El Colegio Nacional repasó al menos cinco autores de los que el también semiólogo y filósofo se ocupó como crítico, y dijo: “Roland Barthes tuvo una carrera muy larga, fructífera, extremadamente influyente y convengamos en que fue un teórico de la literatura, pero también un crítico literario en el sentido tradicional de la palabra, lo cual me parece que él hubiera aceptado los últimos años de su vida, que terminó el 26 de marzo de 1980, víctima de un atropellamiento”.

El crítico distinguió dos elementos de la posteridad de Barthes, una como crítico de interpretación, donde “tenemos un Barthes que sí se puede leer, y mucho más ahora que en los años 70 del siglo pasado, como un crítico literario a secas, como un lector de figuras y obras literarias aisladas, autónomas”. El segundo aspecto, dijo, “tiene que ver con lo que él llamó la ciencia de los signos, la semiología”.

La crítica de Barthes

En primer lugar, Christopher Domínguez Michael se refirió a Michelet, el libro sobre el historiador francés Jules Michelet que Barthes publicó en 1954. “Si bien Barthes, anunciando su método estructural, se abstiene de dar información histórica, que suele sepultar a Michelet porque él era un historiador; pero no se abstiene de —y aquí empiezan las valencias del método que me parecen muy fructíferas— hacer psicoanálisis y de examinar los tropos o los símbolos que recorren la prosa de Michelet”.

Con su análisis llega a la conclusión que Historia de Francia de Michelet es, de alguna manera, una hematografía, es decir, una historia de la sangre: la sangre es el elemento que más importa en la fisiología crítica de Michelet y Roland Barthes va recorriendo diferentes episodios de la historia de Francia a través de la sangre de Michelet, pero también está presente la sangre en su dibujo de la mujer o de la bruja, en el caso de un libro como La bruja”. 

“Tenemos a un crítico que decide abordar, en contra de la tradición, a un autor tan manoseado por la escuela laica francesa como Michelet, a través de un elemento no del todo imprevisto, porque si uno lee al historiador y observa su gran amor por la naturaleza, por los insectos, por el ser humano en su dimensión metafísica y física; por la mujer, por la bruja, no es extraño que un joven crítico, como lo fue Barthes en 1954, haya hecho este análisis”, consideró.

Después siguió el volumen Sobre Racine, de 1963, que provoca una polémica con Raymond Picard,  “que era nada menos que el encargado de las obras de Racine en la Biblioteca de la Pléiade, él gran especialista en Racine, cuya obra fue un poco maldecida porque era el enemigo reaccionario del revolucionario Roland Barthes, pero ya calmadas las aguas, desde luego, estas visiones antagónicas de lo que fue Racine y lo que es la lectura de la literatura, son compatibles actualmente, esto no quiere decir que hayan perdido su diferencia. No, la diferencia sigue ahí, son dos maneras distintas de leer”.

“Los textos de Barthes sobre Racine son una crítica muy severa, y una muestra de hartazgo, del fastidio que en Roland Barthes y en su generación causaba un Racine convertido en el actor escolar por antonomasia; Barthes trata de arrebatarle a los profesores de escuela a Racine y a presentarlo con las contradicciones internas de su obra, dándonos un Racine profundamente rico que nada tenía que ver con el Racine declamatorio, oficializado, que se daba en la educación francesa de aquel entonces”, dijo el colegiado.

Para 1970, Barthes publica S/Z, donde se ocupa del cuento Sarrasine de Balzac. Éste, dijo Domínguez Michael, “es el libro más original y polémico de Roland Barthes”, donde decide diseccionar literalmente el libro, dividirlo en las unidades mínimas del lenguaje e irlas analizando una por una dentro de un complejo más grande de lo que él llama denotaciones.

Su análisis, sin embargo, no sirve como “guía metodológica”. “Aquí vemos un poco de la posteridad de Barthes. El de Sarrasine es un texto que estará hasta el fin de los tiempos entre la antología de las grandes obras de la crítica literaria, porque es un enfoque original, absolutamente personal que sólo Roland Barthes podía escribir y, por ello, no sirve como guía metodológica”, aunque se ha tratado de usar así, pero fracasando.

Un año después llegó Sade, Fourier, Loyola, en el cual aborda a tres personajes que han sido considerados como fundadores del lenguaje. Con el primero, Barthes se adhiere a la idea de que “la gran ruptura epistemológica que divide el antiguo régimen del mundo de la burguesía y que incluso adelantaba el mundo del utopismo era el Marqués de Sade; de Fourier “también le parece un utopista que funda un nuevo lenguaje y lo mismo San Ignacio de Loyola”, aunque para el colegiado fue un error de Barthes relacionar a este último con San Juan de la Cruz y Teresa de Ávila.

En el segundo aspecto de la posteridad de Barthes, Domínguez Michael distinguió: “Es aquí donde se dice que Roland Barthes abandonó su escuela, lo cual es una manera figurada de decir que, a diferencia de Jacques Lacan que la cerró con candados, Roland Barthes se fue alejando de Roland Barthes, tan es así que el giro lo anuncia en un libro que se llama Roland Barthes por Roland Barthes, de 1975”.

“El último Roland Barthes, el semiólogo, se convierte en un autobiógrafo o memorialista: habla de sí mismo con toda libertad y se inventa a sí mismo, que es lo que hace todo escritor”, resaltó el crítico mexicano.

“Posteridad de Roland Barthes”, título de la conferencia dictada por Christopher Domínguez Michael dentro del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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