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Vida y muerte de una jacaranda

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La misma noche del 5 de octubre del 2013 la jacaranda cuyas raíces habían sido mutiladas se vino debajo de una manera aparatosa sobre dos automóviles que estaban estacionados frente a ella.

POR PATRICIA VEGA/Libre en el Sur

En una de mis primeras colaboraciones para Libre en el Sur me referí a cómo las jacarandas, que cotidianamente disfruto desde las ventanas de mi departamento, jugaron un papel indispensable para que la que escribe pudiese atravesar sin mayores daños el obligado “encierro pandémico”, cuyas huellas indelebles quedaron, sin embargo, grabadas a sangre y fuego en nuestro cuerpo, mente y espíritu.

De ahí mi enorme gratitud por el entorno jacarandoso y privilegiado en el que actualmente vivo y que durante los últimos años ha contribuido a la buena fama de la CDMX por ser de una belleza exuberante y hasta inaudita, diría.

Los expertos afirman que un árbol de jacaranda tarda entre dos y 14 años tras haber sido plantados para florecer por primera vez.  Así que les invito a echar a volar su imaginación para deducir el tiempo que ha sido necesario para que hoy podamos gozar de la alfombra entre azul y morada que cada primavera adorna las calles de la colonia Del Valle.

Sobre advertencia no hay engaño: creo que ya habrán deducido mi preocupación y enojo en la infame ocasión en la que fui testigo de un delito ambiental al que bauticé como “jacarandicidio”.

Les cuento. Corrían los tiempos de la administración delegacional –hoy llamadas alcaldías—del panista Jorge Romero cuando tuvo la brillante iniciativa de remozar las banquetas, en particular las de la esquina que forman las calles de Amores y Tlacoquemécatl y que aún hoy ostentan frondosos y floridos árboles de jacarandas.

Desde ahora adelanto que no estoy en contra de la renovación del equipamiento urbano y más en una ciudad como la CDMX, cuyos servicios urbanos caen frecuentemente en el descuido y abandono. Sin embargo, muchas veces critico de manera ácida la manera en la que se hacen las cosas, sobre todo cuando nos sale más caro el caldo que las albóndigas, según reza el popular refrán.

Con la construcción de las nuevas instalaciones de La Comercial Mexicana –La Comer—sobre Miguel Laurent entre Amores y Gabriel Mancera se han visto afectados diversos árboles.

Vayamos al meollo del asunto. El 4 de octubre del 2013 el molesto y repetitivo sonido de marTillazos me hizo asomar al balcón. Desde ahí observé a un par de trabajadores de la entonces Delegación Benito Juárez, que empezaban a levantar la banqueta de la calle de Tlacoquemécatl justo a la altura del edificio en el que desde hace años vivo.

Un día después, un grupo mayor no sólo levantaron la banqueta sobre la calle de Amores, sino que decidieron que como las raíces de las jacarandas estorbaban para su magna obra lo más fácil y rápido para ellos sería cortar las raíces más largas de una jacaranda en particular. No podía creer lo que veía: en lugar de acarrear el concreto de las banquetas la carretilla de los trabajadores estaba cargada con las raíces recién cortadas de una hermosa y frondosa jacaranda. Jacaranda que hoy ya no existe. La única huella de su existencia es un espacio cubierto de concreto que hoy ocupa su lugar y, por supuesto, las fotos que tomé del incidente y que acompañan a estas líneas.

El resultado de tan mala decisión no se hizo esperar: la misma noche del 5 de octubre del 2013 la jacaranda cuyas raíces habían sido mutiladas se vino debajo de una manera aparatosa sobre dos automóviles que estaban estacionados frente a ella. Por fortuna no hubo víctimas humanas que lamentar. A la fecha ignoro si la Delegación Benito Juárez se hizo cargo de los daños provocados por los trabajadores contratados o subcontratados por esa instancia.

Se preguntarán la razón por la que hasta ahora cuento con detalle esta historia. En su momento, el 6 de octubre de 2013, denuncié el “jacarandicidio” en mis redes sociales a través de Twitter y Facebook. Salvo unos RT solidarios mi denuncia se quedó en el aire sin respuesta. Ah, ya me acordé: en Facebook salió la hermana del entonces delegado en su defensa: consideró que mi denuncia era una exageración.

Traigo ahora toda esta historia a colación justo porque con la construcción de las nuevas instalaciones de La Comercial Mexicana –La Comer—sobre Miguel Laurent entre Amores y Gabriel Mancera se han visto afectados diversos árboles –entre ellos varias jacarandas– que la empresa se comprometió ante los vecinos y autoridades a reponer en otros lugares –como el parque Pascual Ortiz Rubio y un par de jardineras sobre la calle de San Lorenzo– ubicados dentro la misma zona.

El daño hecho es muy difícil de reparar. Plantar y trasplantar árboles no es algo que dependa únicamente de la voluntad humana. Hay cientos de factores que entran en juego y que están relacionados con el medio ambiente y la propia naturaleza. Prueba de ello es el tan mentado ahuehuete –que ya se secó—con el que las autoridades citadinas quisieron restituir la palma que dejaron secar a causa de una plaga y que estaba en una célebre glorieta sobre la avenida Reforma, una de las principales vías de la CDMX.

Es verdad que el tiempo ha corrido y en la actualidad el alcalde en Benito Juárez es el también panista Santiago Taboada. Deseo fervientemente que aquí, en la Del Valle, ahora corramos con mejor suerte que en el 2013.

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