Por Gabriel Gamar
Cuidé que nadie me mirara,
Cerré la puerta sigiloso
Y saqué la llave de una caja
De mi veliz viejo y polvoso.
Abrí el veliz emocionado
Hacía tiempo no lo hacía,
Quité la cadena y el candado
Y entré al pasado que temía.
Me encontré con un mundo de vivencias
De cartas, de cosas, de poemas;
Mientras un espejo retrataba mi ocurrencia
De encontrarme nuevamente con mis huellas.
No me decidí aún a tocar nada,
No sabía qué recordar primero
Si las cartas cariñosas de Luciana
O las viejas fotos de mi abuelo.
Por fin tomé un cuaderno entre mis manos
Conteniendo apuntes y bosquejos
De historias y poemas deshojados
Que escribí hace tiempo estando lejos.
Después me puse el anillo de mi padre
Y di cuerda a sus relojes de bolsillo,
Que fueron mi ilusión más grande
De sentirme adulto, siendo niño.
De pronto, se escucharon risas
De mujeres, de hombres y de niños;
Mientras tocaban en el piano “Para Elisa”
Llenando mis recuerdos de sonidos.
No hice caso y seguí sacando cosas,
Vi las fotografías y leí las cartas
Y encontré dentro de un libro aquella rosa
Que guardé para que no se deshojara.
Seguí escuchando afuera de mi cuarto
Las risas y los gritos de la gente,
Alguien golpeó la puerta con la mano
Querían que les abriera para verme.
Escuché una voz que me dijo que no abriera,
Yo intenté cerrar el veliz apresurado,
Era la voz severa de mi abuela
Que quería que me quedara en el pasado.
Cuidé que nadie me mirara,
Cerré la maleta sigiloso
Y guardé la llave en una caja
De mi veliz viejo y polvoso.
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