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Anita Ekberg

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Magno Garimarrero

Encontré información de la beldad sueca refiriendo que, habiendo ganado un concurso de belleza, abrazó el cine como vehículo ideal para hacer llegar al mundo entero y agradecido su imagen rutilante.

Filmó algunas películas que, pocos recuerdan, pero entre todas “La dolce vita” la catapultó a la gloria y la hizo equivalente a “patrimonio de la humanidad”.

Dice la Wikipedia que en 1960 filmó esa película, pero yo tengo memoria de que la vi en el cine Lerdo en función nocturna allá por 1955 cuando más; lo recuerdo así, porque las escenas me produjeron una reacción propia de la adolescencia salvaje, que no se puede describir con detalle en un honorable texto de Facebook.

Grabado en mi memoria el escenario de telúrico erotismo de mediados del siglo pasado, hace dos días, con motivo de su muerte acaecida el 11 de enero, a los 83 años de edad, las televisoras de paga ahora más liberales en temas eróticos la pusieron en cartelera y yo a mis setenta y seis años, me senté a verla con más ansias que aquella vez en el hoy extinto cine Lerdo.

La vi de cabo a rabo y, cuando llegó a la pantalla la palabra fin, me pregunté sorprendido ¿cuál había sido la escena que en los cincuentas me sacó de mi compostura en medio del escándalo de los asistentes al viejo cine?

Intrigado y curioso, tuve que recurrir al youtube para volver a ver la película… con el mismo triste resultado… mis reacciones de juventud se quedaron ancladas en la butaca del cine Lerdo, y se fueron en medio de los escombros cuando lo derrumbaron para hacer un espeluznante estacionamiento al servicio de la ciudad que va olvidando sus mejores momentos.

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