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Diario/ 144

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Mauricio Carrera

Este año han sido peleas y fugas, encuentros y pérdidas, hostilidad y suavidad en la entretejida vida. Puse mi empeño en el amor y sólo provoqué celos, despechos ajenos, necesarias rupturas y obligados reencuentros. Publiqué libros que atavié con mi pequeña sabiduría, que ahora tienen muchas lectoras guapas y me darán alguna gloria póstuma, cuando convertido en cenicienta bohemia ya no me importe nada. No vi a mi hijo, en su alegre juventud, quien poco a poco empieza a pensar que el futuro es cosa no prometedora e incierta. Inventé formas de sobrevivencia en la austera patria. Viví encerrado y no, porque allá afuera está el baile, el relajo, la estética de lo pícaro, de la seducción y del viaje. Sin pedirlo, y acaso sin merecerlo, en mis horas furtivas apareció una mujer linda, de falda corta, que habla francés. Le digo que no le convengo, pero se empeña en sus besos, en asegurar que no le importa mi estado civil o sentimental y en abrigarme con autoridad superior ante la soledad y el vacío. Ha sido un año de enfermedad superlativa, del que me he salvado de sus toses, tubos e hipoxias. Sigo vivo, lo único cierto de esta época rara. Otro año más. Otro año donde la vida se me hace más breve, menos cumplidora, más achacosa, y donde hay más insomnio que sueños.

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