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Fantasmas en el parque El Haya  

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Relatos dominicales  

Miguel Valera  

Hace muchos años leí en un diccionario que la realidad es “existencia verdadera y efectiva de algo o alguien”. La Real Academia Española de la lengua dice en la primera acepción “existencia real y efectiva de algo”; en la segunda “verdad, lo que ocurre verdaderamente” y en la tercera  “lo  que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio”.  

Todo eso vino de sopetón a mi cabeza cuando caminaba por el parque de El Haya en Xalapa y me contaron que dos antiguos empleados del Instituto de Investigaciones Forestales, ya fallecidos, seguían deambulando en ese gran pulmón de la ciudad. Y no sólo eso, también, que algunos habían sido testigos de fenómenos paranormales, como hogueras de fuego, inextinguible, lo que me recordó el pasaje de la zarza ardiente del libro bíblico del Éxodo en donde Dios le habló a Moisés.  

Ná, contesté. ¡No te creo! “Pues las escenas están grabadas en video”, añadió mi interlocutor. Sí, en uno de ellos se ven sombras que se mueven en la oscuridad. Ya uno de ellos distinguió la silueta del compañero de Forestales fallecido y el otro ha aparecido en otros videos. Lo mismo ocurre con las llamas de fuego que ahí aparecen. Luego de que quedaron grabadas los compañeros acudieron al sitio para ver si alguien se había metido ahí y había encendido una fogata, pero no, no había rastro.  

Yo, que suelo ser escéptico, pensé que se trataba simplemente de algún efecto de la naturaleza, como el de la bioluminiscencia que se produce en ciertas épocas del año en algunas playas del país, como la de Chalchihuecan, en el municipio de La Antigua, pero también en Xpicob, en Campeche; la Bahía Bucerías, en Nayarit o en Cancún y Holbox, en Quintana Roo.  

Ya sé que tú no crees en nada, pero esto es verdad. Aquí en el parque de El Haya pasan cosas raras. Un día escribiste sobre “Lilí”, una niña que desapareció o que supuestamente fue raptada por una parvada de aves. Cuando desapareció, escribiste, su madre “corrió por las calles adoquinadas, por las veredas de terracería, subió las escaleras que llegan al bosque con columpios y lo único que vio, fue una parvada de cotorros, torreones, momotos, carpinteros, primaveras, colibríes y pepes revoloteando juntos”.  

Eso es ficción, estimado amigo, le dije. Pero bueno, añadí, parece que esto que me cuentas también. —No, insistió mi viejo amigo. Yo vi los videos. Ahí están. En uno se observan las sombras de los viejos compañeros desaparecidos y en el otro la “zarza” ardiente como bien lo dices. Eso no puede ser algo inventado si ahí está, a la vista de todos.  

Pues no sé si eso sea prueba de la “existencia real y efectiva de algo”, como dice el diccionario, pero de lo que sí estoy seguro es que a mí me gusta venir a este parque, traer a Chwie, mi mascota, que corre muy a gusto entre las calles y persigue mariposas de vez en vez. Si me encuentro a algún fantasma, espero saludarlo con gusto y decirle que su presencia me convenció de su existencia.  

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