A 77 años de su fallecimiento que se conmemora este 28 de marzo, el español Miguel Hernández Gilabert es recordado como el pastor que se convirtió en uno de los poetas y dramaturgos más importantes de la literatura española del siglo XX, con su poesía que transitó de su experiencia amorosa y la belleza de su entorno en la montaña, a la de denuncia.
Nacido el 30 de octubre de 1910, Hernández Gilabert fue hijo del matrimonio conformado por Miguel Hernández Sánchez y Concepción Gilabert Giner, quienes se dedicaban al pastoreo de cabras.
Aunque desde muy joven tuvo que dejar la escuela en la que destacó por su interés por la lectura para trabajar, aprovechó el tiempo en el que ayudaba a su padre en las labores de pastoreo para continuar con sus estudios y desarrollar su capacidad para la poesía.
Como lector asiduo de poesía clásica española, Hernández Gilabert se apasiona del mundo de las letras con los principales escritores clásicos de lengua española, así como con las traducciones de autores griegos y latinos, guiado por su amigo Ramón Sijé.
De acuerdo con la Fundación Cultural «Miguel Hernández», en esa época el autor también se interesó por las artes escénicas con la colección teatral “La farsa” e incluso formó un grupo teatral “Grupo de Orihuela”, junto con sus amigos Carlos Fenoll y Sijé.
La huerta, su patio, las cabras y la montaña fueron publicados a partir de 1930 en diarios y revistas locales.
El 13 de enero de 1930, el semanario «El Pueblo de Orihuela» publicó “Pastoril” por recomendación de Carlos Fenoll, colaborador habitual de ese diario, quien un mes antes dedicó su poema “La sonata pastoril” a su amigo.
«A Miguel Hernández, el pastor que, en la paz y el silencio de la hermosa y fecunda huerta oriolana, canta las estrofas que le inspira su propio corazón», escribió Fenoll en ese entonces.
En el 75 aniversario luctuoso del poeta español, la Fundación Cultural Miguel Hernández editó un facsímil del semanario para recordar el “nacimiento poético” de Hernández Gilabert.
Después de “Pastoril”, aparecieron “Voluntad”, “Actualidad”, “El Día”, “Destellos”, “La Verdad”, entre otros; se trata de sus primeros trabajos creativos con los que comienza su prolífica carrera en la literatura.
Posteriormente, en un viaje a Madrid comenzó a relacionarse con grandes poetas como Rafael Alberti Merello, Luis Rosales Camacho, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda.
A su regreso a Orihuela redactó “Perito en lunas” (1933), donde se refleja la influencia de los autores que leen en su infancia y los que conoce en su estancia en la capital española.
Una vez que estableció su residencia en Madrid, trabajó como redactor en el diccionario “Los Toros”, de José María Cossío, y en las Misiones Pedagógicas de Alejandro Casona, de igual manera colaboró en importantes revistas poéticas españolas.
En esos años escribió el drama “Los hijos de la piedra”, así como los poemas “El silbo vulnerado” e “Imagen de tu huella”, y el más conocido y destacado de su carrera “El rayo que no cesa”, este último en 1936; de igual manera, terminó su obra teatral “El labrador de más aire”.
En marzo de 1937 se casó con Josefina Manresa y posteriormente tomó parte muy activa en la Guerra Civil Española, periodo en el que escribió “Viento del pueblo” (1937) y “El hombre acecha” (1938) con un estilo que se conoce como “poesía de guerra”.
En diciembre nació su primer hijo, Manuel Ramón, pero el dolor de su fallecimiento en 1938 se ve reflejado en su libro “Cancionero y romancero de ausencias”.
Tras el nacimiento de su segundo hijo, Manuel Miguel, en 1939, y el fin de la guerra, intentó salir del país, pero fue detenido en la frontera con Portugal y entregado a la guardia civil fronteriza.
Tras su paso por Huelva y Sevilla, en la prisión de Torrijos, en Madrid, compuso las famosas «Nanas de la cebolla»; lo liberaron de manera inesperada, pero después lo volvieron a detener en Orihuela por su oposición al alzamiento.
En 1940 lo trasladaron a la prisión de la plaza de Conde de Toreno, en Madrid, donde lo condenaron a la pena de muerte, pero después su sentencia fue conmutada por una pena de 30 años de prisión.
En septiembre fue trasladado a la prisión de Palencia, y en noviembre al penal de Ocaña; en 1941 lo llevaron al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde murió de tuberculosis en la enfermería.
En la cárcel acabó “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-1941), en cuya obra se encuentran influencias de Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y San Juan de la Cruz.
Sus restos fueron exhumados en 1984, tras la muerte de su hijo Manuel Miguel Hernández Manresa el mismo año. El ataúd fue preservado para exponerlo en la Casa-Museo de Miguel Hernández de Orihuela.
En diciembre de 1986, los restos de ambos fueron trasladados a un terreno cedido por el Ayuntamiento de Alicante ubicado en el mismo cementerio y en febrero de 1987 fue enterrada junto a ellos la esposa de Miguel Hernández, Josefina Manresa.
La fundación que lleva el nombre del poeta se creó el 13 de julio de 1994 para preservar y difundir su patrimonio y su memoria.