Diario/ 179
Mauricio Carrera
Obstinado en la dulce ventisca del baile, en el inclemente amor que nos otorga la fantasía de la transparente inmortalidad, en la desmesura del erotismo que es como un invento del fuego, la noche y la piel, en la eterna magia de la literatura que sin glorias ni envanecimientos me da genio y figura, en el imán efímero del sonsonete de la felicidad, en la operación gastronómica de sabores como camarones, albóndigas, enchiladas verdes, en la fuerza de la amistad sin traiciones, en el aprendizaje de las ásperas y necesarias separaciones, en la dócil y amorosa ternura por mi hijo tan lejano e independiente en la búsqueda de su propia vida, en los libros, esa tempestad sagrada de las ideas tatuadas en la condición humana, en las canciones que son mi nostálgico romanticismo, en mis muertos queridos, con los que charlo como si jamás se los hubiera llevado la indigente y pinche muerte, en desencadenar mi primaveral libertad apartada de los celos y las jaulas de oro, plomo o vil alambre de la pareja y sus disfraces, en mi quererme sano, lúcido, bondadoso, amado, vital, fuerte, suertudo, longevo, libre, lleno de brindis y antojos, así soy. Así.
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