Escueto, como todos sus “cartones”, se ha despedido de sus lectores el discreto Helio Flores. El dibujo muestra a su enigmático personaje, un ciudadano mustio que él denominó “el hombre de negro”, escribiendo un manifiesto (que más parece epitafio), en el que afirma:
“Les comunico que a partir de hoy dejaré de publicar mis caricaturas. He tomado la difícil decisión de retirarme debido a que las condiciones físicas propias de mi edad han menguado mis capacidades”.
Helio tiene 85 años y vive en Xalapa, la antigua Estridentópolis. Ahí nació y ahí, en un amplio estudio que tiene dimensiones de terraza italiana, es donde ha dibujado las más de 20 mil caricaturas (no le gusta el término “cartón”) que publicó en revistas y periódicos sin fin. Desde el semanario Oposición, órgano de prensa del Partido Comunista Mexicano (extinto y fundido), hasta el Novedades que dirigía don Rómulo O’Farril, donde le prohibieron publicar escenas de los estudiantes peleando con la policía (verano de 1968), así que Helio dibujaba lo mismo, muchachos contra carabineros, aclarando que se trataba de “estudiantes de Uruguay” manifestándose violentamente en Montevideo.
Sin embargo tribuna por excelencia de sus caricaturas fue el diario El Universal, que ahora sobrelleva su ausencia. Autor entre las sombras, sobrellevando una timidez congénita, no recuerdo el tono de su voz (casi no habla), y eso que compartimos muchos cocteles. Ha sido, de la mano de Rogelio Naranjo, Abel Quezada, Dzib, Magú y Rius, uno de los cartonistas más emblemáticos del fin de siglo y el arranque de éste.
¿Cómo habría que llamarlo? El estilo décimononico pertenece, como su nombre lo indica, al siglo XIX, que fue el tiempo del genial José Guadalupe Posada, del que todos ellos abrevaron. ¿El nuestro será, entonces, el siglo vigesimal, vigentoso? Como que no suena, aunque todos sus protagonistas están abandonando por la borda. Por fuerza de la edad o de las esquelas.
Alguna vez Carlos Monsiváis intentó una descripción del estilo de Helio Flores: “Sus trazos gruesos, como si salidos del cine negro, las penumbras de donde surge el crimen, sus dibujos intencionalmente sombríos, carentes de luces y de la complicidad de la alegría convencional”.
Retirarse o no retirarse, he ahí el dilema. Lo estamos viendo, igualmente, con Pablo Hermoso de Mendoza, el rejoneador español que ha celebrado su retiro con la corrida del lunes 5 de febrero en la Plaza Monumental… ¡a los 57 años de edad! (nació en 1966). Lo que demuestra eso, que la humanidad evoluciona lentamente a una sociedad vetusta, pensionada, donde el paraíso es la jubilación y el maná llega con las pensiones al programa de la Tercera Edad. “Sé viejito y feliz, disfrutando los programas de Chabelo en repetición”.
Entrevistado a propósito por Gerardo Lammers (Confabulario, 4 de febrero), Helio Flores afirmaba que ciertamente “nunca me ha gustado el dibujo académico, bien hecho, como de regla y compás”. Lo suyo es más el dibujo irregular, “que parezca que está mal hecho, pero que resulta así a propósito” (políticos, por favor, sáltense este párrafo).
Entonces asumió la circunstancia por la que ha tomado esa cruda decisión: “Hay ciertas fallas físicas que estoy sintiendo, y que afectan mi trabajo. Mi pulso, la movilidad y la memoria ya no son las de antes. No quiero resignarme a hacer un simple garabatito, todo chueco y tembloroso, y así como me salió que se vaya a la rotativa. Pues no”.
El llamado “cartón político” es la síntesis plástica del pensamiento crítico. Todo recuerdan el dibujo aquel de Abel Quezada, el 3 de octubre de 1968, un rectángulo salpicado enteramente de tinta negra y la sentencia del título: “¿Por qué?”. Así los cartones de Helio que no dejaban títere con cabeza, por muy incorrectos que fueran… Juárez, Cárdenas, Zedillo, Fox, Peña Nieto; nadie se salvaba, contagiándole al lector una mueca de asentimiento.
Igual que su personaje legendario, El Hombre de Negro, que desde el silencio nos vigila como un juez implacable. ¿Le entendiste? ¿Entonces, porqué no sonríes?
Escritor y periodista o periodista y escritor, David Martín del Campo, combina el conocimiento con el diario acontecer y nos brinda una deliciosa prosa que gusta mucho a los lectores. Que usted lo disfrute.