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Realidades y Ficciones

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El autor Pablo Dema nació en General Cabrera, provincia de Córdoba, Argentina, en 1979. Escritor, docente y editor. Publicó en poesía Filos (Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2014) y Prendas (Editorial Deacá, Villa María, Provincia de Córdoba, Argentina, 2020). Con anterioridad son de su autoría cuatro libros de cuentos: Fotos (2005), Si nada permanece (2007), Hoteles (2010) y La canción de las máquinas (2014), así como la novela De piedra o de fuego (2009).

Conduciendo en medio de la noche

Ahora que el coche comienza a hacer un ruido raro

y el agua está llegando a la altura de las luces que vacilan

dimensiono la magnitud de mis errores.

No presté atención al alerta cuando partí por la mañana.

No le hice caso a ella cuando me dijo

que no me largara a la ruta con esta tormenta.

(Aunque ya no quiere saber nada conmigo,

hubiera preferido que pasara la noche en su sofá).

Odiaría recibir un llamado a medianoche,

como esos de las películas,

con la noticia de que tuviste un accidente, dijo.

Pero hasta un cobarde como yo es temerario cuando se siente despechado.


Ahora la lluvia arrecia

y sólo circulan de frente

los camiones de gran porte.

La situación empeora

cuando bajo la cuesta

y las luces se apagan

después de un último parpadeo.

Alrededor todo es oscuridad y agua que golpea.

Pienso:

salir fue un error,

volver fue un error,

seguir fue un error.

Me pregunto si esta evaluación

no se aplica al día de ayer

y a la última semana,

al mes, al año entero,

al resto

de mi vida.

(de Prendas, 2020)

Mi nombre es nadie

Amigos,

ahora que ya soy un hombre

y no quiero ser alguien

en la vida

me siento mucho más liviano.

Desde acá los veo

lanzar sus dentelladas

sobre un reflejo fugaz en el agua

que es precioso, sí,

pero no es oro.

Amigos, amigos…

no corran más,

todo lo que hay es de ustedes

pero no es oro

oro no.

(de Filos, 2014)

Gratitud

No sos especial, me dijo.

No sos mejor que nadie, sabelo.

Fue a las pocas semanas de conocernos.

Recuerdo el pelo revuelto,

la boca hinchada de besarnos.

Igual me tenés loquita, dijo,

pero no sos el primero

y a lo mejor tampoco el último.

De esto hace casi veinte años.

Algunas veces, cuando estoy cocinando,

me abraza por la espalda y me lo repite:

no sos especial, no sos mejor que nadie.

Luego de un momento de quietud,

en las sienes, en la garganta siento

el golpeteo tenue del antiguo martillo

y sonriendo me doy vuelta

para darle lo mejor que tengo.

(de Prendas, 2020)

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