Jenny Teresita Guerra González, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI), explica en esta entrevista que el binomio redes sociales-mujeres entraña tanto posibilidades de desarrollo social, académico, político, cultural y laboral.
Las redes sociales están plenamente integradas a la cotidianidad de millones de mujeres en todo el mundo. Según Statista, portal alemán especializado en estadísticas y estudios de mercado, en el primer mes de este año las mujeres fueron las principales usuarias activas en Snapchat e Instagram.
De acuerdo con la agencia alemana, las principales actividades de las cibernautas en estos canales son la comunicación familiar y de amistad, observar videos y contenidos lúdicos, y la búsqueda de recetas e ideas para el hogar, invirtiendo un promedio de 2.08 horas al día en ello, en contraste con las 1.81 horas que dedican los hombres.
Al respecto, Jenny Teresita Guerra González, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI), explicó que el binomio redes sociales-mujeres entraña tanto posibilidades de desarrollo social, académico, político, cultural y laboral; a la vez que retos traducidos en términos de vulnerabilidad y riesgo a distintos niveles.
“El espacio digital suele percibirse en una primera aproximación como amable y lleno de virtudes, pero lo cierto es que puede transformarse en un entorno hostil en el que la censura,
la violencia, el acoso y el linchamiento se vuelven norma”.
El caso de México
México —expuso la especialista— es un escenario importante en la escalada de violencia digital hacia las mujeres en redes sociales. Los casos de distribución de desnudos o videos de contenido sexual, la llamada pornovenganza a cargo de ex parejas sentimentales, condujo a una serie de reformas legislativas sintetizadas en la “Ley Olimpia”, que castiga hasta con nueve años de prisión a quien difunda contenido íntimo sin consentimiento de quien aparezca en la imagen.
“No obstante, los social media y la web en su conjunto no son espacios del todo seguros para las mujeres, por lo que aún queda un largo camino por recorrer en materia de educación y legalidad”, abundó la también integrante de la Comisión Interna para la Igualdad de Género del IIBI.
En defensa de sí mismas
Para Guerra González, a estas plataformas se les ve como los medios de infocomunicación
más abiertos y plurales; sin embargo una radiografía sobre el universo agreste de las redes
sociales patente en varios estudios científicos, ha revelado que las mujeres
afrodescendientes e indígenas reciben el doble de agresiones cuando expresan sus
opiniones políticas.
“Los algoritmos de reconocimiento en Facebook censuran imágenes de jóvenes con
manchas de flujo menstrual en su ropa o suspenden cuentas a activistas promotoras del
aborto que son denunciadas por grupos provida”.
La especialista señaló que contra este sistema de medios, son las mismas mujeres quienes
crean resistencia abriendo cuentas que fomentan los derechos reproductivos, circulando
toolkits y guías en materia de seguridad y cuidados digitales, haciendo movilizaciones
virtuales contra agresores sexuales y organizando talleres y formación en temas de
feminismo, salud, justicia y apoyo psicológico.
Vanidad, influencers y complejos
Jenny Teresita Guerra refirió también otro aspecto negativo de los medios digitales que
afecta la salud mental e inclusive física de las chicas que frecuentan esas páginas: “Es
manifiesta la influencia de las redes sociales en la autoimagen de las usuarias, el desprecio
por un cuerpo que no se alinea con los estándares y recomendaciones de influencers y
celebridades”.
El fenómeno “está forjando toda una generación de mujeres inseguras, ansiosas y
deprimidas cuya solución inmediata es recurrir al retoque y a los filtros en sus fotografías o
videollamadas. A esto se suma un incremento considerable de trastornos alimenticios,
cosificación y discriminación”, finalizó.