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Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos. Ensayo biográfico sobre Alfonso Reyes no ofrece una mirada complaciente: Javier Garciadiego

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  • El historiador Javier Garciadiego, miembro de El Colegio Nacional, habló sobre el libro Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos. Ensayo biográfico sobre Alfonso Reyes, publicado por esta institución en 2022.
  • La conversación formó parte de la Sala de Lectura Leo con el Once, impulsada por Miguel de la Cruz, “una conversación con lectores reales del libro”, sostuvo el periodista cultural.
  • Alfonso Reyes no era nada más un escritor: fue diplomático, un creador de instituciones y un hombre con una vida íntima muy complicada, a decir de Javier Garciadiego.

Javier Garciadiego, miembro de El Colegio Nacional, se define como historiador de la Revolución mexicana, en especial de su parte sociopolítica, e historiador de “los aspectos culturales del México porfiriano, del México de la Revolución y de la posrevolución mexicana”. Asimismo, tiene una segunda pasión que lo ha acompañado prácticamente desde los años 70 del siglo pasado: Alfonso Reyes.

Al participar en la Sala de Lectura Leo con el Once, a partir del libro Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos. Ensayo biográfico sobre Alfonso Reyes, realizada de manera presencial en el Aula Mayor de El Colegio Nacional y transmitida a través de sus redes sociales, Garciadiego evocó la manera en que entró en contacto con Alfonso Reyes, cuando su primer interés estaba en la Revolución mexicana.

“Estaba haciendo mi tesis de licenciatura con un director extraordinario, Gastón García Cantú, acerca de la revuelta de Aguaprieta, la derrota de Venustiano Carranza, el derrocamiento y el triunfo por parte de los sonorenses, pero no le gustaba cómo escribía yo —creo que tenía toda la razón— y con enorme educación y enorme sensibilidad me dijo: ‘Javier, relee a Alfonso Reyes’; obviamente yo no la había leído nunca, pero fue una manera muy elegante de no lastimarme”.

Eso habrá sucedido en 1973 y, desde entonces, “me enamoré de su prosa, de su poesía, de sus géneros, de su estilo, de su tono, sobre todo de su tono respetuoso, clásico”, al tiempo que se cruzó con la figura de Bernardo Reyes, con lo cual se combinaron ambos intereses y, aun cuando se sigue dedicando a la Revolución mexicana, “Alfonso Reyes es como un placer de diletante, es un segundo tema que me resulta muy grato”.

En la conversación con lectores reales del libro, porque la dinámica de la Sala de Lectura Leo con el Once, impulsada por el periodista cultural Miguel de la Cruz, es que se llegue con la lectura completa del volumen o, al menos, con el mayor número de páginas, Javier Garciadiego contó que, a pesar de que ya había escrito una breve historia de Alfonso Reyes, su arribo como director de la Capilla Alfonsina —“capellán” del lugar, como al historiador le gusta llamarse—, se encontró con fuentes que no había trabajado antes y que “ni siquiera conocía”, así que realizó una segunda edición bastante más completa y compleja.

“El primer libro no es una obra de crítica literaria, porque yo no soy crítico literario: es la biografía de un escritor, pero que no era nada más escritor, sino un diplomático y un creador de instituciones y, además, un hombre con una vida íntima muy complicada”, resaltó el colegiado.

Una mirada no complaciente

De esta manera, Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos. Ensayo biográfico sobre Alfonso Reyes se concentra en cuatro aspectos del regiomontano: la construcción y la recepción de su obra, la vida diplomática, la creación de instituciones y “esta vida íntima desde pequeño hasta su muerte”, sin que se trate de una biografía oficial, enfatizó Javier Garciadiego, sino una biografía muy crítica.

“A Alfonso Reyes le hubiera dolido mucho leerlo, a Alicia, su nieta, le hubiera dolido enormemente: la conocí muy bien y no me lo hubiera reclamado, pero yo sé que le hubiera dolido, puesto que no es una historia oficial ni una biografía complaciente, sino todo lo contrario”.

Para ejemplificar lo anterior, el historiador señaló que no puede aceptar la “influencia dizque literaria de su padre”, un mito que el propio Alfonso Reyes se dio a la tarea de construir, incluso su familia lo ha hecho a lo largo de los años, la idea de que era un hombre de gran cultura.

“Por otro lado, Alfonso Reyes padeció desde 1913, cuando él tenía 24 años, y hasta que murió, no haber sido valiente ante la muerte de su padre; debió haber intervenido para tratar de convencerlo de que abandonara la política y no lo hizo, y eso le dolió el resto de su vida; tercero, no lo considero un buen poeta, lo que ha generado algunos levantamientos de cejas.

“También me voy en contra de esa idea de que él y Manuelita hicieron un matrimonio impecable, se querían muchísimo y que Manuelita le concedía que fuera coqueto con otras señoras. No, el problema de Alfonso Reyes con las mujeres es un problema muy grave”.

En esta aproximación a una de las figuras fundamentales de la cultura mexicana, Javier Garciadiego puso sobre la mesa la idea de ver a Alfonso Reyes como un hombre conservador: “vivió entre pañales de seda unos años, pero no toda la vida”, como tampoco el hecho de que sólo se haya dedicado a viajar, a conocer gente interesante, escribir y leer, “de hecho, muy poco tiempo en su vida fue un escritor de tiempo completo”.

“En la biografía se narra cómo abandona la casa paterna, una casa  extraordinaria, con laguitos internos, cisnes y pavorreales, aunque al llegar a Ciudad de México, porque se quiere hacer poeta, enfrenta la trágica muerte de su padre, que lo obliga a iniciar una segunda etapa en su biografía: el exilio a España para sobrevivir, porque no tenía recursos. La familia tenía sus propiedades incautadas por la Revolución y, obviamente, no tenía cabida en el gobierno de la revolucionario”.

Alfonso Reyes vivió —“sobrevivió”, como él dijo— de galeote literario, de hacer traducciones anónimas, artículos que no soportaba y, al momento de terminar el artículo, descansaba: no le gustaban ni las revistas o los periódicos donde se publicaban, aun cuando después mejoraron “sus redes” y ya pudo hacer traducciones acreditadas, algunos libros de su propio factura”, hasta que, en 1920, hay otro parteaguas importante en su vida: llegan al poder los sonorenses.

José Vasconcelos lo convence de que aproveche su estancia en Europa, que nada tiene que ver con su padre ni con su hermano y que puede ser un magnífico diplomático; entonces, Alfonso Reyes inició la vida diplomática que lo va a llevar por España, Francia, Argentina, Brasil y otra vez España, por lo que muchos piensan que aprovechó su cargo diplomático para hacer toda una carrera literaria”, aseveró Garciadiego.

Sin embargo, su carrera diplomática fue muy dura, destacó el colegiado; primero en España, porque había una pésima relación con México, en especial por el proceso de la reforma agraria, pues muchas de las propiedades que estaban siendo expropiadas eran de españoles; con Francia, “México estaba atrás del clóset, se le consideraba un país absolutamente deleznable, porque había sido germanófilo en la Primera Guerra Mundial y eso no lo toleró Francia”.

“En Argentina, le tocaron los años de la Guerra Cristera y siendo  básicamente un país católico vieron con muy malos ojos el que Alfonso Reyes fuera el representante de un gobierno jacobino y anticatólico, como era el gobierno primero de Calles y luego durante el Maximato.

“Ser embajador en Brasil con el gobierno de Getulio Vargas y representar al México de Lázaro Cárdenas, Alfonso Reyes fue considerado un embajador rojo: aquí algunos tratándolo de conservador y para los brasileños era un embajador rojo;  regresó finalmente a España, donde se convirtió en el militante número uno del gobierno republicano, porque ahí estaban sus amigos”.

Historias que se encuentran en el libro Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos. Ensayo biográfico sobre Alfonso Reyes, las cuales fueron compartidas por el integrante de El Colegio Nacional Javier Garciadiego durante la Sala de Lectura Leo con el Once, que se puede encontrar disponible en las redes sociales de la institución.

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