Con todo este rollo de la reforma educativa y los conflictos provocados por los sindicatos, nos hemos olvidado del verdadero valor que tienen los maestros. Sobre todo, de quienes han dedicado toda su vida a la enseñanza en cualquiera de los distintos niveles educativos y en todos los rincones del territorio nacional.
Es muy fácil criticar al magisterio, pero es momento ya de distinguir entre los maestros revoltosos y faltistas de los maestros que pasan largas horas en las aulas y en las juntas a que son convocados para hacer el trabajo de quienes no hacen más que andar en la revuelta apoyando ya sea al SNTE o a la CNTE, que para el caso es lo mismo.
Mi madre en su juventud era maestra rural, daba clases en pequeños pueblos y rancherías donde un mismo salón era utilizado para impartir clases a alumnos de distintos grados de primaria. El trabajo era arduo y además en ese entonces los profesores tenían que trasladarse a caballo o a pie hasta las comunidades rurales donde les tocaba enseñar.
A veces el río estaba tan crecido que tenían que subirse a una especie de canastilla colgada de un cable mediante la cual los trasladaban de un lado a otro del caudaloso afluente para poder llegar a dar las clases, lloviendo o tronando, bajo la tormenta o bajo el intenso sol. Mi madre era una excelente maestra, muy querida por sus alumnos, pero también por los padres de familia que la buscaban para que los escuchara y ayudara a resolver sus problemas. La prueba de que era una excelente maestra es que sus hijos todos son personas de bien y se prepararon para la vida. Cuando ella se marchó todos habíamos madurado ya y siempre recordamos sus enseñanzas y sus valores.
Ahora las cosas han cambiado, sin embargo, también hay maestros que se la rifan todos los días para cumplir con su misión educativa, dejan familia y terruño para irse a vivir lejos, donde las autoridades educativas los manden, para ganar ese “sueldazo” que muchos critican, pero más que todo que muchos envidian.
En este artículo estoy tratando de evitar hablar de la Reforma Educativa, tanto de la mal llamada Reforma Educativa como de la que acaban de aprobar los legisladores a petición del presidente de la República. La intención es hablar de la verdadera labor de los profesores, tanto en las escuelas de gobierno como en las particulares, donde también algunos trabajan con sueldos miserables que no les da más que para subsistir.
No todos los que se dedican al magisterio son iguales, los hay buenos, regulares y los malos, quienes nunca debieron haberse dedicado a esta loable profesión que requiere de sacrificio y dedicación. Sin embargo, éstos son los menos. La mayoría son personas de bien que decidieron tomar este destino, el camino de la enseñanza y para ello dedican muchas horas a capacitarse y otras tantas a preparar la clase y atender las dudas de sus alumnos.
Quién no recuerda a un buen maestro de la primaria o de la secundaria, un maestro o maestra que dejó huella en nuestra vida y que recordamos con mucho cariño. Yo en lo personal tengo en mente a mi maestra de primero de primaria y a mis maestros de secundaria y preparatoria. Con éstos me formé y descubrí cosas novedosas, que me abrieron un mundo que desconocía. Con todos ellos algo aprendí, con los primeros a leer, a escribir y hacer números; con otros a pensar y a tener creatividad; y con los demás a amar los libros y a tener sentido común para enfrentarme a la vida. Sin la menor duda un buen maestro es un gran guía que lleva de la mano a sus alumnos por el camino del bien y de la superación.
La lista de los buenos maestros que pasaron por mi vida es interminable, pero los podría nombrar uno a uno y a medida que los voy mencionando recuerdo lo que aprendí de ellos. Gracias, maestros y maestras, les mando un abrazo, mi cariño y mi gratitud donde quiera que se encuentren: Marcia, Efraín, Palacios, Fausto, Miriam, Pina, Escurdia, Álvaro, Diego, Villoro y por supuesto la profesora Caritina Márquez, mi madre, de quien aprendí los primeros pasos y las primeras letras.
PALABRA DE LECTOR
En respuesta a mi anterior artículo “Adiós al Seguro Popular”, recibí el acertado punto de vista de un amigo lector de Guadalajara: “Sobre el Seguro Popular que “el domesticador de mascotas” se ha propuesto acabar, como tantas otras cosas; o se está proponiendo solo cambiar el nombre y hacer lo mismo o se lo va a cargar como todo lo que está haciendo hasta ahora; pobre de la gente a la que el Seguro Popular estaba dirigido, porque les esperan tiempos muy difíciles”. ¡Cuánta incertidumbre!
Es poeta, redactor y fotógrafo originario de Puebla, radicado en Coatzacoalcos, Veracruz. Ha escrito varios libros de poesía y narrativa como Archivo de Sueños, Corazón de Metal y El Lugar Común, así como el poema Viajar es Regresar.