Beatriz Novaro
De mañana, mamá tiende
sábanas blancas y húmedas.
Ellas son el capote y yo el toro.
El recuerdo aún empapa mi cara.
Al mediodía, cuando ya están secas,
sirven de fantasma al llenarse de aire
hasta que mamá las arranca.
Si un ave llega a la azotea
mamá sonríe y me olvida.
Aún me asombra el amor en su mirada.
Por la tarde, ella plancha
mirando el vacío
atrás del vapor y su perfume.
Adónde se iba me pregunto.
De noche, al arroparme, me advierte
“No te cases. El trabajo de ama de casa desaparece
y nadie lo valora”
En cambio yo quiero ser como ella.
Los adultos dicen cada cosa
con tal de dormirnos.
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