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El panteón de los fetiches

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Las señoras de los lavaderos no están convencidas de que, sólo porque lo dicen algunos, si Luis Donaldo Colosio hubiese sido presidente de la República, nuestro destino sería otro. Comentan que el futuro de México nunca estuvo en manos de los mexicanos, sino de los grandes intereses financieros y las potencias.
Se remiten a la expropiación petrolera y la más audaz, quizá no la mejor enterada, atribuye tal medida patriótica a la necesidad de los gringos de garantizar el combustible cerca, ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial y sacarlo del control de la empresa británica y la holandesa por entonces amas y señoras de nuestro oro negro.
Que Lázaro Cárdenas fue positivo, nadie lo pondría en duda, pero que en la mejor tradición nacional regresó el poder a quienes siempre lo han detentado, antes militares, luego nacionalistas a ultranza y hoy tecnócratas desnacionalizados educados en los intereses “globales”, dicen ellos; norteños, vemos todos.
Este miércoles 22 de marzo se cumplieron 23 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, del que dicen sus adoradores que con él en la Silla del Águila el país hubiese cambiado, sería otro. Fue, aseguran, nuestra postrer oportunidad para recuperar orgullos perdidos, riquezas extraviadas.
Se esgrime como argumento su discurso en el Monumento a la Revolución, donde expresaba su visión de un México “con hambre y sed de justicia”. Pieza oratoria en la que muchos encuentran el deslinde con el presidente Carlos Salinas de Gortari. Y no fue así.
Como funcionario de la oficina de Prensa en el Senado, tenía ciertos privilegios otorgados por el afecto y la confianza de mis jefes. En este caso el líder, Emilio González Parra, quien conoció el texto previo a su pronunciamiento, igual que lo conocía Salinas de Gortari. Si la memoria me es fiel, tengo la casi seguridad de que el escrito fue “punteado”, esto es, revisado hasta en las pausas que debían hacerse, por Salinas.
Olvidamos que en cada sexenio se registra el deslinde del anterior. No podría ser de otra manera si nos pasamos el tiempo descalificando y criticando lo que haya hecho o lo que dejó de hacer. Y cada sexenio nos afiliamos a la esperanza de que “ahora sí vendrá un cambio, ya verán”.
Lo verdaderamente curioso de este como de muchos casos más, es que no ahondamos en la personalidad de quien al momento de su fallecimiento metemos en la urna, la colocamos en el nicho y le rendimos adoración eterna.
Fernando Gutiérrez Barrios, un poderosísimo secretario de Gobernación, temible por su conocimiento de las entretelas de la política nacional desde su función como oreja mayor del sistema en la Dirección Federal de Seguridad. En absoluto respetado por la delincuencia que tranquilamente lo secuestró, sacó toneladas de billetes por su libertad y el asunto se enterró para evitar el descrédito de las instituciones de seguridad de la nación.
Me temo que nadie de los que le atribuyen enorme sabiduría política, puede citar un hecho, uno solito, que le merezca tal reconocimiento. Fue un político mediocre pero exaltado por quienes pretendían que un buen día y con un buen descuido, llegaría a Los Pinos.
Javier García Paniagua, igual por los rumbos de la Federal de Seguridad, hijo del general que según muchos “no quiso dar golpe de Estado” en 1968, Marcelino o Masacrino, de acuerdo con quien opine. El hijo mayor del militar, de igual nombre, fue marcado en documentos de la DEA, conocidos en el Senado, como miembros de una larga cadena de mariguaneros o productores de, iniciada en el rancho Las Cabras del gobernador de Sinaloa, Antonio Toledo Corro.
Y supuestamente en uno de sus ranchos en Michoacán, fue donde habría sido asesinado el agente de la DEA, Kiki Camarena y el piloto que le acompañaba.
Javier, presidente del PRI, igual que Colosio, tuvo la certeza de que sería candidato tricolor a La Grande. Es más: reclamó ese derecho que le fue negado por lo que renunció al partido, se alejó del centro del poder, enemistado con el mandatario en turno y prácticamente desapareció en la noche del anonimato.
Lo mismo: nadie lo recordaría por un hecho político destacado…
La historia nacional está llena de fetiches que ahora se amontonan en el panteón de la Patria. Unos asesinaron a otros y otros asesinaron a unos, pero todos allí, amontonaditos para facilitar homenajes, reunir fechas y acumular ditirambos y elogios sin distingo de personajes. Todos iguales, patricios que lucharon por un México mejor… ¿deveras?
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.

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