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El turismo de lujo salva de la ruina a las ex haciendas henequeneras

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Ricardo Del Muro / Austral
Las haciendas henequeneras, que fueron la base de economía yucateca y símbolo del poder de la Casta Divina, han sido transformadas en lujosos hoteles “boutique”:

Katanchel, Temozón, Itzincab, San José Cholul y Xcanatún, son algunas que han sido restauradas para destinarlas al turismo, única alternativa para evitar su deterioro y terminar en ruinas, convertidas en pueblos abandonados.

Otras han tenido el triste destino que se observa en los restos de la hacienda Misnebalam, ubicada a sólo 18 kilómetros de Mérida, que fue próspera hasta la segunda década del siglo veinte, pero decayó hasta convertirse en un pueblo fantasma.

Igual desgracia ha tenido la hacienda San Nicolás en Suma de Hidalgo, que está en venta por 42 millones de pesos, pero ha sido abandonada y en el poblado que creció a su alrededor, ya sólo viven nueve personas.

En los últimos años del porfiriato, había “50 reyes del henequén”, surgidos en el seno de un total aproximado de 300 a 400 propietarios de mil haciendas, de las que 850 contaban con equipos de desfibración y empaque.

Las haciendas henequeneras que describió John Kenneth Turner en 1908 eran “tan grandes que en cada una de ellas hay una pequeña ciudad propia, de 500 a 2,500 habitantes, según el tamaño de la finca”, pero su esplendor terminó con la Revolución, la reforma agraria cardenista y, sobre todo, la invención de las fibras sintéticas en 1940, que significó la ruina.

El rescate de las haciendas comenzó hasta 1996 por iniciativa del empresario Roberto Hernández, presidente del Grupo Plan, que adquirió la
hacienda Temozón, para iniciar una ruta de hoteles boutique operados por “Starwood Hotels and Restorts”, a la que siguieron otras ex haciendas henequeneras restauradas (Santa Rosa y San José en Yucatán, además de Uayamón y Puerta Campeche), y el siguiente paso fue la creación en 2002 de la Fundación Haciendas del Mundo Maya, A.C.

A partir del proyecto del Grupo Plan, otros empresarios yucatecos y de otras entidades del país, incursionaron en este tipo de proyectos. Muchas de las ex haciendas henequeneras han sido convertidas en hoteles, restaurantes, paradores de lujo, museos, casas de campo o espacios para eventos sociales, bodas y graduaciones.

Incluso, desde hace diez años existe la Asociación de Propietarios de Ex Haciendas de México A.C., presidida por Xavier Lozano Torres, conformada por 95 ex haciendas en 16 estados de la República.

Las tarifas de la ex haciendas henequeneras, que pueden consultarse en la plataforma Airbnb, varían de acuerdo a las características del inmueble, su ubicación, los servicios y otro tipo de atractivos como tener un cenote o una maquina desfibradora de henequén. Los precios fluctúan entre los 2 mil 500 pesos por noche en una habitación sencilla hasta 246 mil pesos que es la renta de una finca.

La hacienda Sotuta de Peón, ubicada en Tecoch, por ejemplo se anuncia en una página turística: “La majestuosidad de sus instalaciones son dignas de fotografía y para visitar. El plan ideal para fin de semana. Cuenta con la opción de hospedaje, pero en tu visita podrás disfrutar del tour guiado por toda la hacienda henequenera, el recorrido en truck, el cenote Dzul Ha y cerrar con broche de oro en el restaurante con deliciosos antojitos y platillos yucatecos”.

También hay proyectos inmobiliarios como la hacienda San Eduardo, ubicada en la carretera a Telchac Puerto, que se convertirá en un hotel boutique y 6 mil residencias privadas.

Sólo en la remodelación y adaptación de los espacios turísticos, han informado sus propietarios, Gianni Vicenzo René Rosa y Luis Carlos López
Sánchez, se invertirán 8 millones de dólares. Además, como valor agregado para quienes compren su residencia en este desarrollo inmobiliario, se construye un club de playa a las orillas del mar en Telchac Puerto, con una inversión de 3 millones de dólares.

De las mil 170 haciendas existentes en la época dorada del henequén, hoy quedan cerca de 400, de las cuales la mayor parte están en ruinas, pero algunas, gracias al turismo, han logrado sobrevivir. RDM

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