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Eniac Martínez

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Eniac Martínez

POR: Myriam Moscona

La tarde que pasé en el depa de Eniac viendo su trabajo del Camino
Real de Tierra Adentro me retumba en todas partes. Ese tipo de
fotografía documental suele , no sé cómo decirlo, ser eso:
documental. Las fotografías de Eniac estaban tocadas por un
duende. No sé bien qué trabajo hizo con Cuarón y con Lubezki, pero
sí sé que su talento era enorme y que, neta, no le correspondía
morir.
Comenzó en la música, siguió con la pintura y se dedicó con mayor
convicción a la fotografía, disciplina con la que ha logrado
encontrar un lenguaje de alcance sorprendente. Sin embargo,
dejaría todo para dedicarse a leer y a escuchar música.

ENIAC MARTINEZ: TODO HA CAMBIADO EN MI VIDA CON SALTOS
RADICALES.

M.-¿Cuál fue tu primera chamba?
E.-Yo anduve clavadísimo en la música mucho tiempo, entre los 15
y los 24 años. Mi primera tocada fue en el Sindicato de los
Electricistas con Ángel Parra, hijo de Violeta. Ella me sigue
pareciendo una música muy talentosa. Mucho más que su hijo.
M.-¿Y cómo te vinculaste con él?
E.-Es larga la historia, pero en síntesis yo viví en Chile, mi padre era
el embajador cuando el golpe de estado. Yo tenía 13 años, tocaba
guitarra y era un babosote. El 15 de septiembre de 1973 volvimos
de allá en el primer avión que salió junto con todos los asilados. Fue
una experiencia dura. El avión era lechero, se paraba en todos
lados.

M.-¿Quién iba allí?
E.-Entre otros, la viuda de Allende. Recuerdo que me quedé
dormido y desperté con el grito de ¡Viva México! porque mi papá
se paró a dar el grito en el pasillo del avión. Ahora que lo veo hacia
atrás me doy cuenta que en ese momento mi padre era más joven
de lo que yo soy ahora. En el avión venían más chilenos que
mexicanos, pero todos se unieron a ese grito en un momento de
tensión y dolor.
M.-¿Tienes recuerdos de esa salida intempestiva?
E.-Hubo un tiroteo de 18 horas fuera de mi casa. Si habláramos de
eso, daría para un rollazo. Mejor otro día. Lo que sí puedo decirte
es que yo iba a ver Jesucristo Superestrella con una chava. Era la
primera vez que iba a salir con alguien. No lo logré. O sea que Chile
me sacó de Los Pumitas a la vida real, a ver que los problemas
tienen que ver con otra cosa, que la gente se muere.
M.- Aquel debió de ser un vuelo dramático
E.-El capitán del avión le regaló a mi padre algo que hoy en día es
mi trofeo favorito. Te lo voy a enseñar. ¿Le ves forma?
M.-Mmmm
E.-Es la insignia de grado de capitán que el piloto le regaló a mi
padre, se la arrancó del uniforme y se la dio.
M.-¿Y a tu regreso?
E.-Por obvias razones había contacto con los exiliados chilenos.
Ángel Parra era mi profesor de guitarra. A través de él conocí a
otros músicos, a Marcial Alejandro, por ejemplo. Luego, en un
concierto de Silvio Rodríguez me encontré con Arturo Cipriano y a

través de él entré a La Nopalera. Con el grupo viajé por varios
países de centro y sudamérica.
M.-¿Qué edad tenías?
E.-Diecinueve y anduve con ellos como año y medio. Mira, sin
desdeñar, pero sin ser tampoco defensor de la mística y del
destino, todo ha cambiado en mi vida con saltos muy marcados,
radicales.
M.-¿Lo dices por haber sido músico, pintor y fotógrafo?
E.-Por mi acelere natural. Cuando me aburro en algo le doy la
vuelta. A principios de los 80 me fui a vivir a La Habana porque
nombraron embajador a mi padre. Yo estaba en la Nacional de
Música, pero la tuve que dejar. En Cuba me dediqué a leer como
loco y a estudiar guitarra todo el día. Ahí es donde empecé a
volverme pintor.
M.-¿Y eso?
E.-La gente cubana de mi edad (yo tenía 21) me daba diez y las
malas en asuntos musicales. Tenían un nivel inalcanzable. Sentía
que frente a ellos yo no iba a poder hacer gran cosa. Ahora escucho
música todo el tiempo, pero acepté que me falta el talento prístino,
salvaje, para ser un guitarrista de primera.
M.-¿Y?
E.-En La Habana comencé a pintar para matar el tiempo. Me metí al
Instituto Superior de Arte. Cuando volví a México me metí en la
ENAP y volví a empezar desde cero, igual que cuando dejé la
pintura y entré a la fotografía.
M.-¿Ya no trabajaste como músico?

E.-Durante un rato fui el guitarrista de Eugenia León, viajábamos
mucho y todos los exámenes los presentaba en extraordinarios.
Tenía exigencias fuertes a nivel laboral, me la pasaba estudiando
para salir de gira a cada rato.
M.-¿Qué pasó con la pintura entonces?
E.-Hice grabado, pintura y un buen día me pregunté, “bueno ¿y qué
hago con todo esto”? ¿Entrar al mundo de las galerías, de las
exposiciones, tener siempre una gran propuesta? No, no me latió.
Jamás vendí un solo cuadro, regalaba todo. En mi casa hasta tórculo
tenía. Cuando le entregaba algo a un galero, pasaba a los dos meses
y seguía en la bodega. Me hartó.
M.-¿Y la foto?
E.-Eso me devolvió una parte curiosa de ver qué pasa con la gente,
qué pasa con las cosas. Empecé desde el punto cero, que es el que
más me gusta. Entré al taller de Pedro Meyer y ahí estuve todos los
lunes de 6 a 10 de la noche. Aprendí a cuestionarme qué eran las
imágenes, aguantarte el camote de oír a 8 ó 10 personas hablando
de tus fotos. Finalmente, el oficio lo ganas en la calle.
M.-¿Qué te gustó de hacer fotos?
E.-La relación con la gente y con el entorno. En el 87 me fui a Nueva
York a estudiar al Internacional Center of Photography y al mismo
tiempo me metí de achichincle, porque en el taller de Pedro conocí
al editor de foto del New York Times y él me ayudó a conseguirme
esa chamba para pagarme los estudios. Pero también trabajé de
garrotero.
M.-Pues ¿a qué hora hacías todo eso?

E.- Estudiaba en la mañana y trabajaba hasta las cuatro de la
madrugada. Estuve en un antro de música que se llamaba SOB
(sound of Brasil). Ahí tocó Piazzola, excelentes intérpretes del
reggae. Escuché muchísima música.
M.-¿Y al volver?
E.-Entré a La Jornada y al rato un cuate me dice que le ofrecieron
una chamba en la mixteca de Oaxaca de parte del INI y que no la
iba a tomar. Yo le entré sin saber ni qué era la mixteca. Me lancé y
eso dio pie a mi primer libro que se llama precisamente así:
Mixtecos.
M.-¿Y adiós periódico?
E.-Lo que hice fue dividir mi trabajo en dos partes. El que haces por
encargo y los proyectos personales. Eso lo hace cualquier persona
que se dedica a este tipo de disciplinas. En los encargos no hago
fotos de productos, de refrescos y esas cosas, ni lo sé hacer.
M.-¿Entonces?
E.-He trabajado para el proyecto Instrumenta o para Las Lunas del
Auditorio. También trabajé en “Babel” de González Iñárritu. A veces
ocurre que esas chambas pueden llegarse a convertir en proyectos
personales, como fue el caso de Mixtecos.
M.-¿Y cómo es que te metiste a fotografiar el llamado Camino Real
de Tierra Adentro?
E.-Igual que en el caso anterior, empezó con la llamada de un cuate.
Luego me enteré que se trataba de una ruta inmensa que va desde
la ciudad de México hasta Santa Fe Nuevo México. Empecé a
investigar hace seis años. Hice mi red de trabajo que es lo que más

me gusta. Hablé a Antropología y claro que lo primero que se dicen
entre sí es “bueno, este güey ¿quién es?”
M.-¿De cuándo data esta ruta?
E.-Desde el mundo prehispánico, era una ruta de comercio hacia el
norte. Dejó de ser funcional en 1880 por el paso del ferrocarril. Por
esa ruta se tardaban seis meses en cruzarla las caravanas.
M.-¿Y en qué consiste tu trabajo?
E.-Quise conocer la ruta. Me di cuenta que no todo estaba
investigado. Comencé a fotografiar desde una crucifixión de el
barrio de Bracho en Zacatecas hasta una cabalgata en Guanajuato
que podría parecer una imagen de hace mil años.
M.-¿Cuántas fotos forman parte de este proyecto?
E.-Ochenta y seis, aunque tomé miles. Un día que fui a retratar a
García Ponce dijo con su humor corrosivo “¿tantas fotos para que
salga sólo una buena”? Créeme que también hay quien ha tomado
mil fotos y no ha sacado ninguna que valga la pena. Un atleta se
dedica 20 años para lograr romper la barrera de 10 segundos en
100 metros. Así es esto.
M.-¿Te vas a volver a cambiar de oficio?
E.-A mis 46 años mantengo una familia. Ni modo que les diga
“ahora me voy a volver buzo” y a ver quién me aguanta, ¿no? Por
suerte me sigue fascinando hacer fotografía.
M.-¿Tienes un equipo sofisticado?
E.-No, no, no…Cuando se empieza a hablar de cámaras, se deja de
hablar de fotografía. Lo que puedo decirte es que si me ganara la
lotería me dedicaría solamente a escuchar música y a leer.

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