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Las Chanclas…

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La foto del presidente con zapatos viejos y sucios, publicada por el tercer Ferriz en línea, me parece un golpe bajo, rufianesco tal como debería esperarse de sujetos de tal catadura. De raza le viene al galgo, en este caso simple sato, dice el sabio refrán.

Aclaró: no soy partidario de López Obrador, un señor que llegó para quedarse y que en los más de diez meses de ejercer el poder, ha logrado desquiciar a la sociedad mexicana de tal manera que hoy habemos enemigos de un lado y otro.

Familias desquiciadas, divididas por un pastor que no dialoga ni informa, sino lanza anatemas a diestra y siniestra y difama al que se le ocurre en el momento. Sin derecho a la más elemental defensa para los infamados, sin pruebas.

Quede con lo anterior asentada mi inconformidad con la actual administración pública que se ha convertido, como jamás antes, en patrimonio de unos cuantos, digamos como muestra, el contratista personal del mandatario, que insiste en hablar de una laguna donde no la hay, suficiente para imponer su plan para construir una terminal aérea donde no se debe.

Clarísimo, el sorpresivo descubrimiento de un cerro, le permitirá al ineficiente o, más exacto, tramposo y maniobrero sujeto (cuya esposa ya es ministro de la Tremenda) elevar el costo de su participación en este negocio, nada más en ocho mil millones de pesos.

El tipo se apellida Rioboo y sus clientes, el pueblo bueno y fifíes que los acompañan, se llaman río de bobos. Así nada más.

Regresemos a ese clan de vividores: la primera ocasión que vi a Pedro el uno, se apropió de la oficina que con generosidad la agencia EFE me proporcionó en el edificio que estrenaban. Ferriz se hizo el centro de atención, dejó sin hablar al resto de los presentes y repitió por enésima ocasión una idiotez que lo mataba de risa:

Sergio (Beauregard o algo así), grabó un comercial en el que se mencionaba un perfume que en francés se mencionaba “para hombre”. En su ignorancia, el anunciador hacía su personal traducción: decía la marca y donde señalaba “pour homme”, tranquilamente expresaba: compre tal loción, pobre hombre…

La siguiente ocasión que tropecé con tan ilustre caballero, fue en Notimex, cuando el director, Miguel López Azuara, me ordenó recuperar equipos y vehículos que tranquilamente decidió apropiarse. Recuperamos, entre muchas cosas, un equipo completo de televisión, con una unidad móvil, una decena de monitores en color, un auto de superlujo, las tarjetas de crédito internacionales que distribuyó entre sus familiares, particularmente su esposa y una linda niña a la que envió a estudiar holografía a Los Ángeles, de donde regresó endilgándole a la agencia una demanda por varios cientos de miles de dólares, por un accidente en automóvil.

Caos total, saqueo sin medida y alejamiento impune de sus tropelías.

Luego tuve el infortunio de coincidir en Pedro el dos en la fuente de Presidencia. El hombre era más que Ferriz, muy feliz por los negocios que le facilitaba su disfraz de periodista. En esos tiempos era un recién graduado como arquitecto y presumía mucho de “los desarrollos inmobiliarios” logrados, por razón ignota, especialmente en Florida.

No escapaban a su voracidad las posibilidades cancunenses en donde presumía también la propiedad de inmuebles, sin especificar dónde ni cuántos.

De la actividad profesional, recordemos al adolescente, hijastro de don Juan de la Cabada, creo que hermano de Julia, la actriz, al que descalificó en el Gran Premio por una respuesta que no coincidía con el apunte del locutor.

El joven se sostuvo, incluso demandó y ganó porque tenía razón. Lo anterior como ejemplo de que en esta dinastía ni la cultura y menos la información han sido divisa o bandera.

Del dos se puede hablar de sus devaneos públicos, de las demandas que lo han obligado a desmentirse por inventar Informaciones lesionando el prestigio y la buena fama de otros actores de la vida pública nacional. El más notorio, Julio Scherer.

Y del tres, evidentemente está ansioso por colgarse las cuestionables medallas de sus ancestros. Y por ahora recurre a zapatos gastados como símbolo de su personal distinción, incluyendo el video que ha propalado por todos lados, sacudiendo sus patas y diciendo: una boleadita antes de empezar a trabajar.

Digámoslo claramente, ninguno de los tres ha sido inteligente ni mucho menos cultivado. Fueron amaestrados como lectores de lo que les pongan enfrente y eso no los califica para emitir juicios tan poco nobles como el que comentamos.

Corto aquí, aunque hay mucha tela para seguir bordando, nada más con una aclaración: tengo dos pares de zapatos adquiridos hace por lo menos una década. Son feos, maltrechos pero son muy cómodos. No los cambio por los elegantes Bostonianos de los perritos felices.

Y a don Peje, sí, por lo menos que te los limpien.
carlos _ferreyra_carrasco@hotmail.com

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Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.

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