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Odebrecht en el corazón…

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Perdidos en las anfractuosidades de las mentes de la militancia pejiasna, es obvio que nunca encontraremos la respuesta correcta, la verdadera razón por la renuncia de Jiménez Espriú a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Lanza la bola que abrirá el torneo de mentiras y en un descuido hasta de alguna inesperada certeza que se les cuele por ahí y complique más la urdimbre del muy practicado ejercicio de tejer fantasías e ilusiones de fácil digestión para el pueblo (bueno).

El abridor, creo que así ladran en el idioma usual en el béisbol, fue Andrés Manuel López Obrador quien dijo que no sabía que el funcionario hubiese renunciado.

Alguien soltó la especie de que era en protesta porque los verdes se harán cargo de aduanas y los Marinos, de los puertos costeros.

Buena jugada, así sacaron del rollo Odebrecht al señor que antes de que su amo tomara posesión, se apersonó en Texcoco para amenazar a una joven que defendía su propiedad contra una expropiación.

Para verse intimidante, Jiménez sacó del ropero el viejo y atejanado Stetson y ante la negativa de la empresaria de permitirle el ingreso a su propiedad, el ya inminente ex funcionario, le advirtió que en tanto fuese nombrado por el presidente López, regresaría con toda la fuerza del poder estatal.

Igual, lo mandaron a ondear changos por la cola o a mingar a su chadre. El indignado anciano se retiró bufando, impotente y no conocemos el fin de la historia, que se relaciona con la cancelación del aeropuerto.

La mención de las aduanas resulta un tanto incomprensible, cuando es histórico el hecho de que es una dependencia de la Secretaria de Hacienda.

Más: por ley, funcionarios de la mencionada Secretaría, recibían o reciben un porciento de los decomisos.

Nada que ver con Comunicaciones y Transportes que tenía a su cargo la construcción de carreteras, la Policía de Caminos (los llamados Federicos) y los enlaces vía satélites, parabólicas y punto a punto. Y hasta lo recordable, nada más.

El caso es que era necesarísimo sacar de la jugada a Jiménez. No bastaba con una renuncia simple por vejez, malestares o porque se le inflamaron los congojos. No, debía ser algo más elaborado y que desviará la atención de quien es esposo de la principal accionista de las filiales de Odebrecht en México.

Para los fines propagandístico—electoreros del siguiente año, resultaría sumamente complicado el manejo del combate a la corrupción sin ponerle la mano encima a quien por obvias consecuencias de sus intereses financieros, resulta salpicado por los cohechos de la empresa brasileña.

Esta es, sin duda, una de las razones por las que se decidió impedir la presencia de periodistas en las deposiciones legales de Lozoya. Y es la evidencia del manejo parcial e interesado de lo que diga el pillo, al que de antemano le otorgaron el perdón de todos sus pecados.

Perdón que, ya se anunció, ampara a padres, esposa, hijos y toda laya de beneficiados al cobijo del ex funcionario. Los miles de millones de pesos extraviados en sus manos, quedarán allí.

La trama de la corrupción se detendrá en los sabidos fantasmones del Peje. Salinas antes que nadie, al que preparan una campaña dizque informática para demostrar que es el malote, el que tira de los hilos de los títeres anti gobierno.

Sin olvidar a Calderón y por detrás de ellos a gente como Videgaray, pero sin tocar a Peña que ese ha sido motivo de acuerdos y convenios. López lo exoneró y dijo que no lo procesaría.

Dejó entrever que a los otros dos los tiene en capilla y se ufanó de que Lozoya, desde el hospital, empezó a palomear a quienes le indicaron.

Así se entiende el silencio del vendedor de felicitaciones cantadas, Vicente Fox. No esperamos mención a dama ninguna. Esperamos nuevas maromas neuronales para llevar este asunto al nivel utilitario para las intermedias.

Quince gubernaturas lo valen…

Carlos Ferreyra Carrasco

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