De manera natural, por el abatimiento del PRI y el desencanto de Morena, el empresario Ricardo Ahued emerge como figura sobresaliente en el elenco de aspirantes al Gobierno de Veracruz de varias maneras.
Primero, su designación como Director de Aduanas lo saca del desagradable golpeteo al que la política ha sido rebajada. En segundo lugar, lo pone objetivamente a la cabeza de los posibles sustitutos del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, sostenido únicamente por los exorcismos presidenciales, comprensibles porque removerlo ahora significaría convocar a unas elecciones que ya no se ganarían tan fácilmente como las del año pasado.
Una cosa es Andrés Manuel López Obrador como candidato que todo lo promete y otra es como Presidente que no puede cumplir todo lo prometido. La oferta está escasa de esperanzas.
Y no se ven gallos con espolones ganadores ni en el Gobierno ni en la Legislatura ni en las alcaldías ni en el Congreso. Ahued sí tiene.
Podría ser un gran sustituto el año próximo, para llenar el vacío actual, sin ningún problema. O podría ser un buen candidato al final del sexenio, lo que ya es un trecho muy largo, con todos su intangibles.
Mi opinión es que ya urge el cambio. Ser honesto y leal, si fuera el caso, no basta para gobernar. Hay que trabajar, planear, organizar, conciliar, sumar y fijar metas audaces para pacificar, alentar el crecimiento, reducir las brutales desigualdades, ampliar la infraestructura, atraer capitales, impulsar la ciencia, el arte y la cultura, mejorar los servicios públicos y, sobre todo, infundir en la gente confianza, optimismo y respeto.
Cualquier cosa que se logre se notará mucho, porque ahora tenemos un sector oficial postrado.
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