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Rubén Bonifaz Nuño y sus aportaciones a las Humanidades

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  • A 100 años de su nacimiento, Rubén Bonifaz Nuño, fue un universitario ejemplar y uno de los más grandes poetas y humanistas del México contemporáneo
  • Su deseo de educar era permanente, esa es su máxima aportación, siempre deseando colaborar con la juventud: Bulmaro Reyes Coria
  • Escribir poesía era una pulsión vital en él, quien como todo artista, hacía una investigación de formas, de la métrica y las figuras del lenguaje: Lilián Álvarez Arellano

Originario de Córdoba, Veracruz, Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013) estudió Derecho y ejerció como abogado, para después estudiar Letras clásicas. Fue humanista, traductor, poeta, profesor y administrador universitario. Fundó el Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), que este año cumple 50 años de labores. En su trabajo como universitario de tiempo completo tuvo importantes responsabilidades en la Imprenta Universitaria, en el IIFL y en la Coordinación de Humanidades, participación en órganos colegiados y en revisión de planes y programas, labores que contribuyeron a la construcción de lo que es hoy la Universidad.

Para Lilián Álvarez Arellano, investigadora del IIFL, Rubén Bonifaz Nuño, formado en las instituciones creadas por la Revolución mexicana, desde la escuela primaria hasta sus estudios en la UNAM, fue “un intelectual con muchos intereses que fue conjuntando después de años de estudio. Se interesó por la cultura clásica grecolatina y, al mismo tiempo, por lo que llamaba la cultura clásica mesoamericana. Como poeta se interesó en estudiar la literatura española, con especial énfasis en su siglo de oro y en la literatura de su tiempo. Interesado en los jóvenes, le gustaba compartir momentos de espontaneidad con ellos, escuchando sus preguntas y ocurrencias, tomándolos siempre muy en serio, ofreciéndoles facilidades para estudiar y desarrollarse profesionalmente. Fue así como creó el instituto, con estudiantes de licenciatura. Aunque había grandes figuras entre los investigadores fundadores, la mayoría se estaba formando”.

Foto Cortesía del Archivo del Recinto Rubén Bonifaz Nuño, coordinado por Paloma Guardia Montoya.

En ese sentido, Bulmaro Reyes Coria, también investigador del IIFL y colaborador cercano a Bonifaz Nuño, dijo que “sus aportes a los estudios clásicos se aprecian en toda su producción, por su aportación como profesor. Recuerdo que su oficina se llenaba de estudiantes que tenían ganas de conocer personalmente al traductor de Catulo, Virgilio, Homero, Píndaro. Su deseo de educar era permanente, esa es su máxima aportación, siempre deseando colaborar con la juventud. Lo considero el filólogo más grande de su época, en el sentido más amplio de la palabra, sin mencionar su grandeza poética. Vivió toda su vida dentro de las paredes de la Universidad, también fue director de Publicaciones y de la Imprenta Universitaria”.

Como docente universitario, Rubén Bonifaz Nuño enseñó principalmente latín en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, “como una manera de que los estudiantes conocieran una lengua que está en la base del español, lengua que se habla mayoritariamente en México, para apropiarnos de los mecanismos de esa lengua antigua, que es analítica, dando elementos de indagación lingüística e intelectual. Siendo esta una actividad muy importante para él, durante mucho tiempo se presentaba así, como profesor de latín en la FFyL”, relató Lilián Álvarez Arellano, y agregó respecto a su trabajo con los clásicos grecolatinos que son cerca de unas 80 traducciones las que hizo, “no hay nadie en el mundo que haya realizado tal cantidad de traducciones, acompañadas de estudios que por sí mismos son valiosísimos cada uno, por lo que nos deja esta herencia a nuestra lengua y cultura”.

Respecto a los principales temas de trabajo de Rubén Bonifaz Nuño, la investigadora universitaria explicó que “se reflejan en su interés por hacer propia la cultura universal, para él y para los mexicanos, lo cual le dio varias líneas de trabajo. Escogió el estudio de la literatura y el pensamiento de los griegos, latinos y de la cultura resultado de su fusión. Se interesó en hacerla llegar a los jóvenes fortaleciendo la colección que había fundado Millares Carlo, la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, dando oportunidad a investigadores establecidos y en formación para publicar ahí sus trabajos de traducción en ediciones bilingües para que los pudiera leer todo estudiante universitario y un público amplio. De ahí que su trabajo de investigación tuviera una salida de docencia y divulgación muy importantes”.

Foto Cortesía del Archivo del Recinto Rubén Bonifaz Nuño, coordinado por Paloma Guardia Montoya.

Por su parte, Bulmaro Reyes señaló que “Rubén trabajó de todo, incluso hay cosas que no conozco. De pronto voy descubriendo el poema al libertador de las Américas, a Benito Juárez, y no es que sea simple creación poética, eso es un trabajo educativo. Sus temas principales a grandes rasgos, naturalmente fueron el griego y el latín. Podría poner dos ejemplos, uno, la obra de Lucrecio, en la que Rubén Bonifaz Nuño tradujo De la natura de las cosas, por hablar de lo menos conocido entre sus traducciones, en la misma medida que son las Metamorfosis o Catulo. Y por el otro lado, del griego, pues es el traductor de la Ilíada de Homero”.

Y agregó que en torno a cómo se reflejan los temas de interés en lo que el emérito universitario escribía “habría que pensarlo como un poliedro, un polígono. Si tú, lector, lees cualquier cosa de Rubén Bonifaz Nuño, por ejemplo, en el inicio de la versión que hizo de Catulo, dice en sus primeras palabras ‘toda juventud es sufrimiento’, ¡qué maravilla, qué oración, cuatro palabras! Ahí comienza el resumen de la vida de Catulo, pero es increíble porque si continúas leyendo en otra oración más larga, dice ‘Asomado al mundo con la plenitud voraz de sus propias herramientas sensuales, el joven, como si hiciera uso de una prerrogativa indudable, pretende apoderarse de él, mediante un esfuerzo inútil de antemano, y fracasa’, estás escuchando incluso las comas. Luego, en su introducción a Lucrecio dice ‘cuando el hombre ha envejecido sin prudencia, es a menudo natural que añore, como si hubiera sido suyo el tiempo pasado de su juventud, asomado al mundo con la plenitud voraz de sus propias herramientas sensuales’, y entonces haría la pregunta ¿no estamos aprendiendo español? ¿No estamos aprendiendo a redactar de manera hermosa, con nuestro lenguaje cotidiano? Bueno, pues eso es Rubén, modelo de escritura. Por ello, no le pediría nada más a Rubén, cualquier párrafo suyo es una maravilla”.

En ese sentido, otra línea de trabajo en su escritura fue la poesía, “quizá una de sus pasiones más libres y por la que fue mayormente reconocido. Este trabajo lo hacía en total libertad, procuraba la total libertad, lo hacía siempre fuera de horarios universitarios. Escribir poesía era una pulsión vital en él, quien, como todo artista, hacía una investigación de formas, de la métrica y las figuras del lenguaje. Esta línea de trabajo la comenzó siendo muy joven, publicando su primer libro en el Fondo de Cultura Económica (FCE), aunque antes ya había ganado algunos juegos florales, y había hecho algunas publicaciones en periódicos y revistas. Su último trabajo fue un libro de poesía, aunque poco antes había terminado de traducir textos latinos, por lo que su testamento poético es el libro Calacas que hizo ya muy cercano a la muerte, siendo su último texto un poema también. Fue un trabajo que lo ocupó toda su vida, a lo que se dedicó de espíritu totalmente”, explicó Lilián Álvarez Arellano.

Foto Cortesía del Archivo del Recinto Rubén Bonifaz Nuño, coordinado por Paloma Guardia Montoya.

Otra línea de trabajo de Bonifaz Nuño fue el estudio de las culturas antiguas de México con una crítica importante de las fuentes y la propuesta de un método para acercarse al estudio de esas culturas, lo cual organizó en otra entidad académica fundada por el maestro, el Seminario de Estudios para la Descolonización de México, “al que invitó a trabajar a grandes figuras académicas junto con algunos jóvenes estudiantes que se fueron integrando a los trabajos de este espacio universitario. El objetivo de este seminario era descolonizar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos”, agregó la investigadora universitaria.

En el mismo sentido, Reyes Coria mencionó que este trabajo para la descolonización de México, “es un tema muy difícil por cierto, difícilmente aceptable en la sociedad porque hay gente que dice ‘pero ya hace 500 años de eso, ya basta’, y creo que ese pensamiento tan vulgar es lo que más le preocupaba a Rubén, desterrar la ignorancia de la colonización actual. Cuando él se quejaba en la plática común y corriente, hablaba del Imperio, que era el terror, refiriéndose al Imperio que nos domina a cada ser humano, el Imperio dominante, aquello que no deja ser libre a la gente. Y ese dominio que nos perjudica como familia, individuos, como nación”.

Foto Cortesía del Archivo del Recinto Rubén Bonifaz Nuño, coordinado por Paloma Guardia Montoya.

Un tema interesante en la extensa obra de Rubén Bonifaz Nuño fue analizar lo que aportaban las raíces culturales grecolatinas a la par de lo que aportan las culturas indígenas, en ese sentido es importante reflexionar sobre cómo se reflejan ambos temas en su obra poética, a lo que Álvarez Arellano señaló que se encuentran “de muchas maneras, desde imágenes como agua/fuego, imágenes que están detrás de las palabras como Coatlicue, ya que están muy presentes en su obra. También se aprecia en su obra los modos de canto, como Catulo, como Propercio, que son muy diferentes. Rubén Bonifaz Nuño mostraba en su labor, agilidad y reto ante los grandes poetas de la antigüedad grecolatina, exigiéndose él lo mismo, variedad de formas, variedad de metros, variedad de asuntos en una búsqueda formal que respondiera a su tiempo, así como aquellos grandes poetas respondieron a los asuntos más acuciantes para sus sociedades, descubriendo que, en lo esencial, el ser humano sigue siendo el mismo”.

En el mismo hilo de cosas, Reyes Coria, recordó que en un libro en el que Bonifaz Nuño trabajó realizando las descripciones de las piezas de la plástica del México antiguo que forman parte de la colección del Museo Amparo, “ahí una de las imágenes que él describe es una olla, una jarrita. Es la descripción de una miserable vasija de la que él crea el universo. En la descripción que hace es increíble de lo que Rubén era capaz, es como si fuera el profesor de retórica de la antigüedad, como si la hubiera inventado. La retórica, decía, es el arte de hacer que lo pequeño parezca grande, engrandecerlo, y que lo grande parezca pequeño. Que lo miserable parezca excelso, que lo excelso parezca mezquino. La capacidad retórica la dominaba en verdad. Una vez me dijo que la retórica es el arte de hablar del hombre que en verdad es honesto”.

En cuanto a los estudios del México antiguo las aportaciones que dejó la obra de Rubén Bonifaz Nuño son muchas, “aunque un tanto olvidadas, ahora pueden ser revisadas y aprovechadas, más que en el momento en que él publicó sus trabajos, porque ahora hay una gran conciencia generalizada de que todo lo que pensábamos sobre nosotros mismos, que las estructuras con las que organizamos nuestra sociedad están colonizadas, eso lo comenzó a decir Bonifaz Nuño hace 35 años sin que fuera comprendido del todo. Pero fue más allá de la denuncia, vio un método muy valioso para analizar lo que pensamos sobre nosotros mismos”, señaló Lilián Álvarez, agregando que en su método para leer la antigua plástica indígena, “desarrolló la combinación de cuatro elementos principales, que nos hablan continuamente del papel del hombre en la creación del universo y su cuidado. Lo anterior lo hizo estudiando un gran corpus de obras pláticas mesoamericanas que eligió muy bien, relacionándolas con un texto que no había sido aprovechado, la Histoyre du Mechique, para tratar de comprender qué dicen los textos”.

Foto Cortesía del Archivo del Recinto Rubén Bonifaz Nuño, coordinado por Paloma Guardia Montoya.

De acuerdo con la académica universitaria, detrás del interés de Rubén Bonifaz Nuño “se encontraba la idea de que los mexicanos nos asumiéramos como indios, sin más, planteó esta idea como algo complejo para el siglo XX y XXI. Decía ‘todos los que estamos en la UNAM somos indios ¿o no?’. Lo anterior como una auto-adscripción, una comprensión y una conciencia de que la raíz de nuestra cultura es indígena, una raíz a la que se fueron agregando otras culturas, otros grupos humanos. Y decía que nos convenía asumirnos así, claro, con todas las articulaciones necesarias, con todo lo que ha pasado en estos 500 años, sin negar ninguna de sus partes, al revés, haciéndolas todas visibles y claras, articulando sobre esa base, eso nos permitiría superar la visión del mundo basada en relaciones coloniales. Estas son aportaciones y herencias muy importantes, además de una serie de documentos que podemos estudiar y que ahora están reunidos en el ‘Recinto Rubén Bonifaz Nuño’, que se encuentra en el primer piso de la Biblioteca Central”.

Rubén Bonifaz Nuño recibió varios premios importantes como el Premio Nacional de Ciencias y Artes, doctorados honoris causa de algunas universidades, distinciones por sus estudios latinos, premios latinoamericanos de poesía y de ensayo, pero en el impacto de su obra y su vida, lo más importante “es lo que dejó como ser humano, sobre todo para quienes tuvimos la oportunidad de tratarlo, siendo muchos a quienes abrió sus puertas, a todo universitario que llegó a tocar en su oficina. Nos dejó una experiencia de amistad, de sabiduría, crecimos al estar frente a un hombre sabio y justo que reconocía la dignidad de todas las personas, con un trato que a muchos nos transformó, y que se encuentra en el ADN del IIFL y de la Universidad en la que trabajó más de 50 años, dejando una huella humana muy notable, muy de recordarse. Es digna de valorarse la labor de un gran universitario”, concluyó Lilián Álvarez Arellano.

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