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Solalinde, el ajonjolí…

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Desde la primera ocasión que escuché hablar del sacerdote católico Alejandro Solalinde, me provocó sin saber por qué una especie de rechazo, una desconfianza que me hizo prestar atención a sus actividades en favor de inmigrantes.
Miré, no sin asombro, sus denuncias de persecución y las imaginarias amenazas de muerte que lo hicieron exiliarse un tiempo, muy breve tiempo, en el extranjero, de donde regresó en forma misteriosa, tal como había emprendido las de Villadiego.
Su albergue, Hermanos en el Camino, que coincide con el nombre de un club motociclista muy numeroso, nunca tuvo tropiezo alguno, como lo han tenido las mujeres que sin reclamar crédito publicitario, ni exhibirse, se mantienen a la orilla de las vías por donde circula La Bestia.
Allí, estas nobles señoras, amas de casa todas, con el mandil puesto y canastas en las que apilan bastimentos que ellas cocinan, pagan, arman y distribuyen al paso del tren lanzan los paquetes a los viajeros que cuelgan de las escalerillas de los vagones de carga.
Ellas han tenido problemas, amenazas y agresiones de parte de quienes ven que les estropean el negocio, los traficantes de seres humanos, los traficantes de drogas, los pandilleros centroamericanos que se han concentrado en la zona, maras por nombre genérico, pero ellas siguen sin quejas ni reclamar premios.
Una de las muchas cuestiones debatibles de Solalinde, alias #Padremaromas, fue el anuncio muy anticipado de la quema de los vándalos de Ayotzinapa, los famosos 43, parte de la banda que quemó en vida al empleado de la gasolinera, que nadie reclamó y cuyo asesinato quedará para la historia de la ignominia nacional.
Dijo dónde y cuándo los habían sacrificado, aportó muchos datos complementarios de los autores, pero al detectar que la jugada iba por otro lado con el fin de culpar a Enrique Peña Nieto, se quedó callado y en espera de mejor ocasión para lucir los belfos.
Su albergue, por sabido nunca se menciona, recibía o recibe dinero del erario tanto de Chiapas como Federal. Que la tarea es noble, de acuerdo; como dicen los sabios, la carga es muy fuerte pero los fletes son magníficos. Y todos a favor del cura.
El #padremaromas, ante el inminente peligro de perder los beneficios que le aportan sus labores, muestra sus dotes funambulescas con una machincuepa de tres vueltas al frente, pero con el trasero al aire.
Se lanza contra el canciller Marcelo Ebrard, al que responsabiliza del pésimo episodio protagonizado entre México y Estados Unidos relacionado con las caravanas a las que invitó López Obrador a asilarse en México, ofreció darles empleo, casa y lo que necesitaran. Por lo pronto un subsidio de seis mil pesos por cabeza.
Pero con todo y su deshonesta actitud, ni él, Solalinde, en su indignante oportunismo podría aceptar que nuestro florero se maneja con autonomía, decide por sí mismo y dicta la política de relación con Estados Unidos.
Calibremos bien al personaje. En una entrevista con un medio extranjero, publicada en México, el ensotanado afirma que “habla con Dios de todos los asuntos, hasta los de índole sexual”; cuando tenía cuatro años de haber sido ordenado le platicó (a Dios) “¿cómo voy a entender a un matrimonio o a las mujeres si no conozco nada de eso? …¡Y sucedió un milagro, sin buscarlo! Entre las jóvenes con las que yo trabajaba sucedió… eso. Lo descubrí y fue maravilloso, descubrí una dimensión increíble que me hizo sentir más humano, más hombre”.
Asegura que no sintió culpa, y le dio gracias a Dios, “andaba como niño con juguete nuevo, porque descubrí a la mujer como es y me descubrí a mí como hombre”.
En no tan lejanas declaraciones, criticó a los morenistas, a los que calificó de insensibles y tramposos. Hoy, asume de nuevo el tono crítico, pero contra un señor que no vale sino lo que lo haga valer su patrón. Y contra este no se mete… no es tonto sólo oportunista y maniobrero.
Del resultado de la comparecencia del florero ante el Congreso, dependerá la reaparición del #padremaromas. Quizá explique las razones de quien tiene como real preocupación desplazar a doña Olga.
Tricolor de alma, corazón y educación, piensa que el Palacio de Cobián, en Bucareli, contiene la sucesión. Y quiere estar allí cuando llegue el momento.
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.

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