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El estiaje que viene

Aun cuando oficialmente la temporada de estiaje comienza cada año el primero de febrero y concluye el 31 de mayo, en esta ocasión se ha adelantado desde el 15 de enero y se pronostica que podría extenderse hasta finales de junio.

El panorama se vislumbra desalentador, sobre todo porque el año pasado se registró una baja precipitación pluvial que duró más de seis meses y las represas, ríos y arroyos no pudieron recuperar sus niveles normales, de manera que de buenas a primeras ya estamos de nuevo en la época de estiaje sin que se recuperarán los afluentes ni las ollas o represas.

Por esta razón, es necesario estar prevenidos tanto en las zonas urbanas como en el campo, donde el calentamiento global ha venido afectando de manera recurrente y creciente a la producción agrícola y pecuaria.

Durante este periodo de sequía en que las precipitaciones pluviales disminuyen considerablemente y las temperaturas se elevan cada vez más, habrá menos agua tanto para el consumo humano como para la producción agropecuaria.

No se sabe a ciencia cierta cuál será el impacto del estiaje que viene, sin embargo, debemos estar preparados para la captación de la poca agua de lluvia que nos caerá y cuidar los ríos, arroyos, aguajes y pozos para hacer rendir el agua el mayor tiempo posible.

En el campo hay que procurar que los ríos y las represas no se ensolven ni se contaminen.

No estamos acostumbrados a almacenar el agua de lluvia, pero es una práctica que se debe adoptar, a fin de captarla para que no se desperdicie, construyendo cisternas o colocando tinacos donde se recolecte durante los días de lluvia que cada vez son menos.

Los tres últimos años las lluvias han disminuido y se ha registrado un déficit de agua, por lo que es muy importante tomar medidas preventivas para sobrevivir al estiaje.

En las ciudades hay que cuidar el agua, no desperdiciarla y tener depósitos o cisternas donde podamos almacenarla y resguardarla.

Es muy común que en la ciudad se desperdicie tanta agua, lavando los coches a manguerazos y las paredes de las casas con karcher a presión, sin pensar que cualquier día de estos la red de distribución se secará y quedará vacía. 

Por cierto, es una pena ver por las mañanas al personal del ayuntamiento regando los camellones y las playas a pleno sol, a veces dejando tirada la gruesa manguera desperdiciando el agua que tanto necesitamos en Coatzacoalcos y que cuesta tanto dinero traer desde la presa del Yuribia que ha visto reducido su caudal allá en Tatahuicapan.

Alguien le debería decir al alcalde que su personal de Limpia o de Ornatos hace caso omiso ante los reclamos de los porteños que les piden que no desperdicien el agua, respondiendo airadamente que ellos solamente obedecen a don Víctor Carranza, su jefe.  

Lo cierto es que nos estamos quedando sin agua y hay que cuidarla como nuestro más valioso tesoro.

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