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La rueda de la historia…

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Un día decidí que exhibiría la extrema corrupción entre los motociclistas capitalinos. Recuerdo de viejas experiencias me hicieron concebir el gran trabajo periodístico.

Afán que me llevó a la decepción de un pueblo desordenado, violento, agresivo, prepotente y un cuerpo policíaco casi en calidad de mártir. Ya hablaremos de esa historia, mientras remontémonos al origen de mi pretensión.

Usuarios de puras Harley, cuando los empezaron a dotar de Yamaha los accidentes menudearon, demasiado ligeras y maniobrables les era casi imposible controlarlas.

Los motos, por obra y gracia de un generalote jefe de la policía del DF, era seleccionados cuidadosamente: jóvenes altos, atléticos y de preferencia rubios.

Muchos de ellos egresados de las filas del deporte universitario, no tenían empacho en participar en la cacería de jóvenes manifestantes a los que buscaban atropellar o al menos darles un mandarriazo con el garrote oficial.

Lo sufrí, quizá lo disfruté cuando pretendía ingresar a Antropología cuya sede estaba a un costado del entonces Palacio Nacional.

Recuerdo a los chamacos toreando las motos y desde los balcones, señoras indignadas lanzando cubetas con agua jabonosa para ocasionar derrapes entre los motos.

Pasados muchos años, un trío de jóvenes motociclistas hicieron a la revista Sucesos para Todos, que dirigía Raúl Prieto Río de la Loza, alias Nikito Nipongo, una detallada descripción de la ruta de los sobornos.

Salpique, llamaban la recolección de mordidas previamente sujetas a cuota según el sector; las rutas de los vehículos que acumularían los fajos de billetes y luego los entregaban en porcentajes determinados a los jerarcas fueron detalladas.

El reportaje tuvo un enorme éxito… pero esto es México. Lesionados “en su honor” los agentes se dieron a la cacería de los infidentes, dos de los cuales entonaron su arrepentimiento y se atribuyeron la falsedad de la denuncia.

Un tercero, cuyo nombre espero que recuerde alguien, lo merece, se sostuvo. Una noche, perfectamente identificados, fueron a sacarlo de su casa otros motos. Con rumbo desconocido, simplemente lo asesinaron.

¿Hubo repercusiones, investigación, culpables quizá algún tipo de sanción? No, el generalote al que atribuían cierta afición a los muchachotes lindos, logró no sólo tapar el asunto, sino desaparecerlo totalmente.

Curioso, Sucesos era la piedra en el zapato del gobierno, sus reportajes llevaron con frecuencia a algunos de sus reporteros a exiliarse temporalmente; aprovechaban para dar luz a otros escándalos.

Así fue, por ejemplo, la denuncia contra el agricultor priista, aspirante a una gubernatura, Manuel Clouthier, quien mantenía en sus extensos sembradíos un sistema esclavista cuya principales víctimas eran niños.

Bajo vigilancia de sujetos con la pavorosa escuadra al cinto. Hay fotos.

Fueron denunciadas cárceles clandestinas o casi, crímenes en zonas indígenas y los sistemas de terror impuesto por ganaderos y taladores contra los pobladores originarios en Michoacan.

En Chiapas, para la siembra de pastos para las vacas, el arrasamiento de grandes extensiones de bosque. Sin que pasara algo.

La antipatía que generaba una publicación tan irreductible, daba por resultado el vacío de la prensa nacional. El crimen de los motos, asesinos que cometieron tal bestialidad a cara abierta, nunca fue replicado por los medios.

Fue la historia de un país donde efectivamente, como hoy que la repetimo, sólo se movía la hoja del árbol por la voluntad del Señor de Los Pinos…

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Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.

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