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Pasión, una; instrumentos musicales, cuatro mil

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Juan Guillermo Contreras, es investigador del INBAL, profesor de la Facultad de Música de la UNAM y poseedor de una extensa colección de instrumentos musicales que ha reunido a través de su vida.

Su colección consta de más de cuatro mil instrumentos musicales de México, unos dos mil de todo el mundo y está resguardada en tres casas. “Desde joven soñé coleccionar instrumentos para algún día montar un museo. Porque México es un barril sin fondo en instrumentos musicales”, dice Juan Guillermo Contreras, investigador del INBAL, profesor de la Facultad de Música de la UNAM y poseedor de una extensa colección de instrumentos musicales.

Ha recorrido varios caminos para llegar a lograr que su colección se convierta en un museo al alcance de todos. “Un presidente de México y algunos gobernadores, incluso el instituto smithsoniano de Washington, me dijeron que sí, pero al final me dejaron colgado de la brocha”, recuerda el investigador. Y agrega que “no se trata de ‘te mando un camión y que se los lleven a una bodega o vayan a parar a un mercado de antigüedades, sino de hacer un acuerdo en comodato, si quieren de mil años, pero que sea un proyecto serio, bien hecho, para compartir la colección con todos”.

Tengo de todo

En la extensa colección hay violines y variantes de violines, unos chiquitos de la Huasteca, y algunos rabeles, como los que trajeron los soldados de Hernán Cortés. Aunque son pequeños, estos instrumentos se tocan, es decir, producen música, no son juguetes.

“Donde más variedad tengo es en arpas mexicanas. Algunas chiquitas como las de los conquistadores españoles, son modelos de los siglos XVI, XVII y XVII. Del siglo XIX hay más variantes porque entonces los indígenas y las castas (afros, mulatos, cimarrones…) ya tenían libertad de fabricar sus propias versiones de arpas, violines, guitarras…”, dice Contreras.

“Porque antes de la Guerra de Independencia, la Inquisición y los fabricantes novohispanos los castigaban severamente para impedir que hicieran sus propios instrumentos”.

También hay bajos quintos, guitarrillas y guitarras gigantes que se tocaban en orquestas típicas, y tambores de todo tipo. Unos pequeños, para los voladores de Papantla, o unos tarahumaras (enormes, como de una brazada), que se acompañaban con el sonido de una flauta.
También hay salterios, cítaras, marimbas; flautas, cornetas, silbatos, ocarinas; acordeones y armonios. “Lo-que-se-le-ocurra”, dice.

Algunos son antiguos, otros pertenecieron a personajes famosos. “Resguardo una pequeña colección de instrumentos que aparecen en películas de Tin Tan, Jorge Negrete, Antonio Banderas y Anthony Hopkins con Angelina Jolie tocando música cubana, y guitarras de músicos virtuosos, como las que tocaba Antonio Bribiesca”.

La colección también incluye instrumentos de Europa, África, Australia, Indonesia… “Aunque algunos me los han regalado amigos, en solidaridad con el sueño de hacer un museo, en la mayor parte ellos he gastado mi vida y mi dinero”, dice el profesor Contreras. “Tengo un ukelele, que era de un investigador mexicano que lo trajo de las Islas Cook, de la Polinesia. Es como un coquito, rústico, pequeño, pero muy sonoro”.

Explica la razón de negarse a vender su colección: “No los vendo; aunque venderlos me daría una vida de maravilla, perdería la razón de mi existencia, porque desde joven fue mi sueño. Ahora podría realizar ese sueño y compartirlo. Por el patrimonio que tenemos, nos lo merecemos”.
Agrega que sería un museo vivo que nos cambiaría el pensamiento e incentivaría nuestra identidad porque no sólo mostraría la riqueza del país en instrumentos musicales, también habría conciertos, talleres, conferencias, seminarios, e incluso venta de instrumentos. “Aprenderíamos y ganaríamos todos”.

La música es mágica y mueve montañas, pero no a presidentes ni a gobernadores, ni siquiera una presidenta de Conaculta. Ya estaba todo hecho, el terreno donde estaría el museo, pero a la mera hora… ¡pácatelas!, finaliza Juan Guillermo Contreras.

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