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Estamos cambiando el rumbo de la evolución: Gerardo Ceballos

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Con las extinciones se pierden especies, su función en los ecosistemas, y también su linaje evolutivo.

El ser humano ha “podado” de manera irregular el árbol de la vida cuyas ramas están formadas por todas las especies de la Tierra, advierte Gerardo Ceballos, del Instituto de Ecología. Tiene grandes y pequeñas ramas, que se definen dependiendo del número de especies que existen en cada género, familia, orden y clase.

Según un análisis de Ceballos, los efectos de la sexta extinción masiva en el árbol de la vida son preocupantes. Cada vez que se pierde una especie, género o familia se pierde la historia evolutiva que llevan en sus genes. Por lo menos tres familias y más de 600 especies de vertebrados se han extinguido en tiempos históricos.

Lo novedoso del estudio es que 40 por ciento de todos los géneros de vertebrados del mundo (aves, mamíferos, reptiles, anfibios y peces) tienen alguna especie en peligro de extinción. Y 10 por ciento de los géneros sólo tienen una especie; es decir, si se extinguen “se va a perder todo ese linaje evolutivo”.

De hecho, más de 60 géneros de vertebrados como el delfín de río del Yangtsé (Lipotes vexillifer) y la vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas) ya se han extinguido, quedando sólo como recuerdos del pasado.

Podarlo de manera irregular, explica el ecólogo, significa que sus ramas son géneros y especies que están extinguiéndose. Que estos se pierdan y no tengan una rama paralela significa que se pierde toda la historia evolutiva que viene en los genes de esos géneros y especies.

A pesar de que ya se sabe que la sexta extinción masiva tiene un efecto en la composición genética de las especies que están sobreviviendo, es la primera vez – asegura Ceballos– que se demuestra el tamaño y la magnitud del problema.

Así, con esa poda irregular del árbol de la vida (en cien años se han extinguido tantas especies que debieron desaparecer entre 10 mil y 100 mil años) estamos también cambiando el rumbo de la evolución de la vida en la Tierra, ya que estamos afectando de manera diferente a grupos de especies de plantas y animales silvestres.

Se están perdiendo especies, su función en los ecosistemas y la herencia biológica que las acompaña. Es decir, la crisis de extinción se está incrementando de manera bastante más dramática, con impactos y efectos gravísimos.

En las reuniones internacionales sobre la extinción de especies en el ámbito global apenas se está empezando a entender la magnitud del problema. En la mayoría de aquellas se habla “de lo que podría pasar en el año 2040 o 2050, cuando enfrentaremos deforestaciones “mucho más altas” que las actuales, habrá una población de nueve mil o 10 mil millones de personas y un cambio climático con tres o cuatro grados más altos de lo que tenemos ahora. Pero los escenarios y plazos son incorrectos, ya que la velocidad de desaparición de especies y el cambio climático “es enormemente más elevado de lo estimado hace 10 años”.

En dichos escenarios, asegura Ceballos, la mayor parte del planeta no tendría la capacidad de mantener la vida humana en general y la vida de la fauna y la flora en particular.

Si no logramos reencaminar tanto las políticas internacionales como las nacionales para la conservación de especies y contar con una sociedad más justa y ambientalmente más sostenible, “los escenarios posibles son verdaderamente catastróficos y apocalípticos”.

Por eso, es el momento que México y todos los países empiecen a “apostarle” más a las tecnologías limpias, así como a controlar el tamaño de la población vía la educación y el acceso a sistemas de salud universales.

El costo de salvar especies, aunque parece elevado, es mínimo ante los enormes beneficios que obtenemos. Un mejor manejo de los ecosistemas, de los animales y las plantas silvestres, es un “seguro de vida”.

En la actual década se definirá en gran parte lo que ocurrirá con la humanidad en el siglo XXI. Es la década decisiva, el tipping point o punto de inflexión de lo que pasará con la Tierra. Una década donde la sociedad tiene que evolucionar con mayor justicia social y que se mantenga a largo plazo ambientalmente sustentable.

En los últimos dos años, agrega Ceballos, se han visibilizado movimientos importantes que están comenzando a empujar a la sociedad y al planeta a la dirección correcta. “Estamos ganando tiempo al tiempo” y con esto, dado los enormes avances, eventualmente tendremos mejor ciencia y tecnologías para salvar y conservar con acciones contundentes todas las selvas y bosques del planeta.

Pese a que desde hace muchos años el planeta no había estado tan cerca de un holocausto nuclear (el riesgo es enorme por la guerra Rusia-Ucrania), Ceballos no pierde la esperanza. Es lo último que debemos perder. Y no tenerla sería como tirar la toalla; es el momento de sacar la casta, de hacer todo lo que se requiera para dejar un futuro mejor a nuestros hijos y nietos.

Finalmente, considera que no todo en la vida es incrementar la riqueza por el hecho de tener más y que lo fundamental, para una gran calidad de vida, es tener mayor riqueza social, cultural y ambiental.

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