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Entre ricachones y pobretones

Ningún misterio ni novedad es el abismo prevaleciente entre un sector de la población sobreprivilegiada en cuanto a recursos y bienes se refiere y la contraparte de diversas escalas de ingreso entre los que ahí la llevan y los que ni a eso.

Viene esto a colación de una reunión celebrada ayer en la Facultad de Economía de la UNAM en donde se reiteró- agárrense de las manos- que la riqueza en México sigue concentrada en el 1 por ciento de la población que trae en los bolsillos el 41.2 por ciento de todo cuanto hay y se genera.

Veamos lo que dicen los expertos al respecto y los cambios –hay que admitirlo también- de relativo progreso de ciertos sectores.

Al presentarse el informe denominado  La distribución del ingreso y la riqueza en México y países seleccionados, Miguel del Castillo Negrete Rovira, jefe de la Unidad de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sede Subregional en México, puntualizó:

“En los activos financieros la concentración es mayor: el 1 % posee el 87.9 % de la riqueza financiera, existe a la par una pobreza de patrimonio, ya que el 64.2 % de los hogares tiene menos del 50 % de la media de riqueza neta”.

De la planta laboral formal la diferencia también es abismal, pues 19.7 millones de trabajadores y empleados reciben en promedio 12.9 mil pesos por mes.

En contraparte, 1.1 millones de connacionales traen en promedio ingresos mensuales de 280 mil.

El mismo investigador puntualizó que no obstante ello la recaudación de impuestos se ha incrementado en el IVA e ISR, 1.1 y 1.9 billones respectivamente en 2021.

Y además de que los hogares aportan el 71 por  ciento de los impuestos en desequilibrio en relación a las empresas, hay algo evidente:

 “De 2018 a 2024, el salario mínimo ha aumentado 88.6 % (por arriba de la inflación), cerca del valor que tenía en 1985. El salario base de cotización del IMSS de 21.9 millones de trabajadores formales ha crecido 20.8 % en términos reales, de diciembre de 2018 a junio de 2023”.

Mucho de este dilema tendrá que corregirse con una nueva reforma fiscal que permita el gasto de nueva infraestructura y no incluirá esta partida en mantenimiento, por ejemplo.

Y cómo lograrlo, más impuestos al consumo, a la producción, al medio ambiente, una reforma fiscal profunda que sea equitativa para revertir esa tendencia de la que México, desde la colonia, no  se ha logrado ni con el priismo, panismo y que ahora intenta el morenismo.

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