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La fiesta interminable

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Por Roberto Bravo

Conocí a Astrud Gilberto cuando el gordo Caballero

llevó su disco a la cafetería de la escuela y le escuché

decir:

–Es el nuevo album de Astrud

–¿Astrud?–,me pregunté

ese no es un nombre

Vi su rostro en la portada

me gustaron sus facciones de niña

sus ojos de asombro

Pensé en su extraño nombre

y al escucharla, supe el origen

de las canciones que tocaban

los fines de semana

en el café frente al parque Juárez

Conocí después a Joao Gilberto

–su esposo–, a Vinicius

a Antonio Carlos Jobin, y mucho después

la historia de su vida

su ruptura con quien le dio su nombre

y su romance con el no menos virtuoso del sax

Stan Getz

A muy pocas personas se les ha concedido

ser parte de un extraordinario grupo de artistas

La tersura de su canto –sus voces

su apasionada entrega a la música

colmaron instantes en los que me sentí

parte del todo al que pertenezco

Me enteré hoy qué ayer murió Astrud

Joao Gilberto lo hizo al comenzar el año

Tom, Stan Getz y Vinicius tiempo atrás

Me sorprendió decir que morir a los 83

es una edad temprana para hacerlo

Murió también el gordo Caballero

hace tanto que no supe cuando

En diciembre que volví de visita

encontré Xalapa hecha una

incertidumbre víctima del progreso

No ubiqué mis referencias de antaño

La ambición de ir siempre hacia adelante

hacen al mundo una ficción

Escucho los quintetos para flauta

de Luigi Boccherini –atardece

El cuadernillo del disco dice que

Boccherini murió hace 208 años

¿Qué son doscientos ocho años?

Doy un sorbo al brandy

Veo los discos en sus casilleros

Miro también el reproductor de música

una flauta brota de el –un dulce sonido.

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