POR GABRIEL GAMAR
Al llegar el ocaso
el sol se escondió entre el mar y el horizonte,
y como cada noche
la luna quiso besarse con el mar;
posó su rostro en la superficie del océano
y con su poderoso magnetismo
intentó atraer a las olas,
quiso elevarlas hasta el cielo,
pero un huracán celoso las llegó a rescatar.
Después apareció la madrugada
y luego con la aurora
el sol fue emergiendo imponente
desde el fondo de ese mar;
con un manto de niebla se fue limpiando el rostro
y un canto de gaviotas lo recibió jubiloso,
mientras la luna enamorada huía sigilosa
al encuentro de otro mar.
Correo: gabriel_gamar@yahoo.com.mx
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