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“Nómadas”, mejor película en el After Life Festival

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Raciel Damón Martínez Gómez

La cinta dirigida por Ricardo Benet, “Nómadas”, fue premiada como Mejor Película en el After Life Festival 2023. Asimismo, la protagonista interpretada por Lucy Liu, fue reconocida como Mejor Actriz. Se trata de un filme donde se confrontan “dos seres destinados –debido a su diferente cultura, estatus económico e idiosincrasia– a no coincidir. Pero la soledad urbana y el dolor los dirige hacia el encuentro (breve pero esperanzador), especie de cometa que al llegar al sol alcanza su máximo esplendor, lo rodea y aprovecha el impulso para perderse luego en el espacio sideral”, según expresa el propio Benet. El tema es la migración del alma. Sí, dice Ricardo, la pertenencia y el arraigo parecieran un lujo en las sociedades actuales.

Con motivo de esta grata noticia, compartimos una entrevista que le realicé en 2013 para el periódico Universo de la Universidad Veracruzana.

La breve esperanza de Nómadas

Nómadas es una película de producción mexicana que se filmó en Nueva York y la Ciudad de México entre 2009 y 2010. Se estrenó en pantallas comerciales en junio de 2013 y actualmente hace su recorrido en las salas de arte del circuito de Cinépolis en diversas ciudades del país, y ahora trata de abrirse paso en los mercados internacionales. El director de Nómadas es Ricardo Benet Santamaría, titular del Departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana (UV), quien nos expone el propósito de Nómadas, una película que hurga en el fondo de esos solitarios y frágiles que están en la eterna búsqueda de la identidad.

Nómadas es una película que plantea el desarraigo. Se trata de personajes que son inmigrantes. ¿Cómo defines esta situación de no pertenencia?
Efectivamente, el tema de Nómadas es el desarraigo por encima de la migración geográfica. La pertenencia y el arraigo parecieran un lujo en las sociedades actuales. El desplazamiento forzado es el común denominador entre los pobres de los países donde impera la desigualdad, pero los asentamientos urbanos han creado también esa otra migración: la del alma, sin importar el estatus social. La venta mágica de un mundo globalizado no nos advierte de las contraindicaciones como la soledad, la angustia, la nada.

Supongo que Nueva York y la Ciudad de México –como referencia– te permiten el marco propicio para desarrollar una historia donde los personajes se sienten extraños con su entorno
Sí, Nueva York como metáfora de “la urbe de urbes” y la Ciudad de México, como la explicación del pasado, remedio del presente, me sirven de entorno similar donde el viaje y la ilusión no encuentran tampoco solución ni futuro. La breve esperanza entre el marasmo urbano la encuentran en ellos mismos, en su falla trágica: la soledad. El dolor es quizá lo único que nos hace empáticos a los humanos.

Por eso traté de mostrar un Nueva York a ras de piso (como la misma protagonista reflexiona ante su fobia a las alturas y el miedo de él al subterráneo). En Nómadas no quisimos evadir los iconos neoyorquinos: los personajes circulan por el Central Park, Time Square, el puente de Brooklyn… pero de manera casual y cotidiana. La Ciudad de México es más próxima, menos lejana, pero igualmente impenetrable ante la búsqueda.

Ambas ciudades se convierten en personajes fundamentales; sin embargo, no son el enemigo sino un envolvente incómodo y ajeno que quizá los excluye pero que al mismo tiempo –de extraña manera– se muestran como urbes entrañables. 

Nómadas mantiene un concepto estético. En alguna parte leí que primero investigaste acerca de la “invisibilización” de los inmigrantes, que intentan pasar desapercibidos. ¿Por qué crees que ocurre ese intento de borrarse?
Sí, allá por 2005, acompañando a Noticias lejanas en el Festival de Tribeca aproveché una tarde de domingo para seguir a distancia a un par de obvios inmigrantes latinos. Su recorrido era aleatorio, tratando de que el tiempo pasara sin notarlos –anónimos e invisibles– en su tarde libre en una ciudad a la que no pertenecían. A partir de allí abundé en mi búsqueda sobre la otredad, la migración, la no pertenencia. 

Me parece que su “invisibilización” proviene de su “ilegalidad”, de su desplazamiento forzado por la necesidad y la pobreza. Eran ciudadanos de segunda en sus países, pero lo siguen siendo también en su sueño.

Un día vi en una entrevista a una niña indígena del sur de México y ante la pregunta del adulto de “qué quería ser de grande”, ella dudó y el entrevistador insistió dándole opciones: “¿Enfermera, doctora, maestra?”. Y la niña abrió sus ojos para contestar de manera definitiva: “Sirvienta, como mi mamá”. El sueño había sido ya cancelado.

Esta noción de pasar desapercibidos, de borrarse, decidí transmitirla mostrando a los personajes en entornos
despojados, bloques de cristal, plazas solitarias y con un diseño sonoro no realista –Nueva York es bastante ruidoso– optamos por murmullo urbano de ciudad lejana aunque nuestros primeros planos fueran tráfico y multitudes.

En tu cine, a pesar de la situación límite que atraviesan los personajes, no hay una exposición melodramática del asunto. A cambio tenemos una contemplación más realista. Esto me recordó la “no contemplación lírica” que postuló Bertold Brecht. ¿Nómadas está definida con este efecto de distanciamiento?
Siempre me ha parecido que el melodrama (como la comedia), está en la situación más no en la exposición. Apelar a sentimientos superficiales y a anécdotas efectistas me parece reducir al espectador. Se puede estar o no de acuerdo ante lo visto, pero los creadores tenemos la obligación de ser congruentes y honestos.

En cuanto a mi aproximación narrativa, me ha venido bien ese distanciamiento, una aproximación bucólica.

No apelo a forzar el drama (ni en mis películas ni en mi vida) para obtener después la reconciliación o la redención. Descreo de los cielos e infiernos. Y coincido con Brecht en la mirada despojada. Me gusta incluir en mis películas personas reales en sus acciones cotidianas y en su vida diaria. Pero no intento –cuando realizo una ficción– convertir a esos seres reales en personajes de mi historia. Confío en el talento y sensibilidad de los actores y mi apuesta es entonces mimetizarlos a ellos con la realidad.

Otra cosa que me parece relevante es cómo mantienes el discurso personal. En Noticias lejanas también es palpable la crisis identitaria. ¿Cuáles serían estos vasos comunicantes entre los solitarios de Noticias lejanas y Nómadas?
Así es, abordo la búsqueda de identidad como la luz al final del túnel que permitirá rearmar los pedazos perdidos, ese tocar piso que permita reinventarse, vencer la inercia y la desilusión para comenzar de nuevo y merecerse un poco de felicidad (el final con beso, jeje). Pero sobre todo me mueve la fragilidad del ser humano.

Desde que el primer humano dejó la huella de su mano (intentando trascender hace 35 mil años) hemos tratado de crear un mundo de certidumbres y seguridades que de poco nos han servido ante los miedos, la ignorancia, el desamor, la soledad.

En Noticias lejanas un joven optimista aborda una empresa casi mesiánica: transformar su destino –mediante el viaje y el tesón– para librar a su familia de la miseria y el olvido. Al no lograrlo solo le queda deshacerse del pasado (ahora que lo pienso me recuerda a los personajes de Herzog).

En Nómadas quise confrontar a dos seres destinados –debido a su diferente cultura, estatus económico e idiosincrasia– a no coincidir. Pero la soledad urbana y el dolor los dirige hacia el encuentro (breve pero esperanzador), especie de cometa que al llegar al sol alcanza su máximo esplendor, lo rodea y aprovecha el impulso para perderse luego en el espacio sideral.

También me llama la atención que no cedes políticamente cuando narras. Cuando abordas este sentimiento de “no pertenencia” en el ámbito rural, lo tratas de igual forma que en el ámbito citadino. ¿Por qué esa extrañeza, la otredad, se padece de manera semejante en estos ámbitos?
Sí, en mis historias mi preocupación es hurgar hasta rescatar lo esencial: las razones que hacen frágiles a los personajes. Y aunque el entorno que los define sea distinto (geografía es destino), me gusta emparejar sus emociones e instintos sin detenerme en su procedencia, triunfo social o pretensión intelectual. No creo en la exclusividad de la sofisticación, es una ilusión de clase.

En Noticias lejanas flota en el ámbito rural una aspiración y una sensualidad iguales de complejas que en el mundo urbano posmoderno del Nueva York de Nómadas. Porque aunque nos inventemos rituales, excesos y barreras, al final todos ladramos por lo mismo: querer y ser queridos.

Háblanos del aspecto sintáctico. La película se siente cada vez más propia en el manejo de la cámara, la espléndida fotografía y en el uso de la música. ¿Cuál fue el propósito estético de Nómadas?
Me gusta imaginar la pantalla como un lienzo donde la anécdota es pretexto para –aparte de la búsqueda filosófica- experimentar también con la geometría, las texturas, el encuadre y las atmósferas. Busco que las situaciones se desarrollen en entornos expresivos. soy afín a la corriente simbolista, donde las escenas son improbables mas no imposibles. Cuando viajo imagino historias a partir de un callejón abandonado, de un silo solitario o de una escalera que va a ningún lado… los “no lugares”.

En Nueva York encontré de pronto esa azotea donde practicaban los trapecistas y supe que allí sería el encuentro de mis personajes, vi esa barcaza anclada en el río e imaginé una galería para presenciar la exposición fotográfica.

Luego fue ponerme de acuerdo con el fotógrafo Martín Boege (cuya primera fotografía en un largometraje fue justamente Noticias lejanas) para definir la aproximación a la historia. En el caso de Nómadas decidimos que tenía que ser cámara en mano, cual espías de la realidad y cómplices del espectador, sin arneses ni steady-cam. Buscábamos esa intimidad que da el movimiento imperfecto en un mundo aséptico y perfecto. Martín se decidió por una película rápida (de alta sensibilidad) para captar la noche neoyorquina al natural apenas reforzado por un par de luces leds.

En el día, la textura tenía que ser fiel al suave y gris otoño neoyorquino. Y teníamos que capturar además detalles cotidianos –cual apuntes emotivos–: una hoja desplazada por el viento, un paraguas abandonado en la lluvia.

Con Martín la comunicación fluye desde meses antes del rodaje, hurgamos en referentes pictóricos, literarios y cinematográficos; escogemos los tamaños de lente y filtros principales de la historia y ya en rodaje sabemos –con un cruce de miradas– cuando hay que repetir una toma.

En cuanto a la música, debo confesar que fue la parte más conflictiva. Inicialmente tuvimos una propuesta (basada en un juego de varios saxofones). Tras el largo proceso, el agente de ventas y productores pretextaron el retraso en la salida de la película por la música y propusieron cambiarla totalmente. Se incluyeron temas de archivo y un nuevo músico compuso los temas centrales. La película quedó entonces sobre-musicalizada desde mi punto de vista y tras arduas negociaciones logré aligerarla. Aún quedaron algunos absurdos acordes de guitarra acústica (referencia a “lo hispano”) en un par de transiciones entre Nueva York y la Ciudad de México, que me molestan.

Finalmente, estuve de acuerdo (y me siento satisfecho) por ajustar un primer corte que duraba 100 minutos a los 80 minutos de la actual versión, mediante la narración aún más elíptica que sugiere y “observa” la historia, apostando a la comprensión emotiva más que a la explicación y obviedad anecdótica.

También me llama la atención que no cedes políticamente cuando narras. Cuando abordas este sentimiento de “no pertenencia” en el ámbito rural, lo tratas de igual forma que en el ámbito citadino. ¿Por qué esa extrañeza, la otredad, se padece de manera semejante en estos ámbitos?
Sí, en mis historias mi preocupación es hurgar hasta rescatar lo esencial: las razones que hacen frágiles a los personajes. Y aunque el entorno que los define sea distinto (geografía es destino), me gusta emparejar sus emociones e instintos sin detenerme en su procedencia, triunfo social o pretensión intelectual. No creo en la exclusividad de la sofisticación, es una ilusión de clase.

En Noticias lejanas flota en el ámbito rural una aspiración y una sensualidad iguales de complejas que en el mundo urbano posmoderno del Nueva York de Nómadas. Porque aunque nos inventemos rituales, excesos y barreras, al final todos ladramos por lo mismo: querer y ser queridos.

Háblanos del aspecto sintáctico. La película se siente cada vez más propia en el manejo de la cámara, la espléndida fotografía y en el uso de la música. ¿Cuál fue el propósito estético de Nómadas?
Me gusta imaginar la pantalla como un lienzo donde la anécdota es pretexto para –aparte de la búsqueda filosófica- experimentar también con la geometría, las texturas, el encuadre y las atmósferas. Busco que las situaciones se desarrollen en entornos expresivos. soy afín a la corriente simbolista, donde las escenas son improbables mas no imposibles. Cuando viajo imagino historias a partir de un callejón abandonado, de un silo solitario o de una escalera que va a ningún lado… los “no lugares”.

En Nueva York encontré de pronto esa azotea donde practicaban los trapecistas y supe que allí sería el encuentro de mis personajes, vi esa barcaza anclada en el río e imaginé una galería para presenciar la exposición fotográfica.

Luego fue ponerme de acuerdo con el fotógrafo Martín Boege (cuya primera fotografía en un largometraje fue justamente Noticias lejanas) para definir la aproximación a la historia. En el caso de Nómadas decidimos que tenía que ser cámara en mano, cual espías de la realidad y cómplices del espectador, sin arneses ni steady-cam. Buscábamos esa intimidad que da el movimiento imperfecto en un mundo aséptico y perfecto. Martín se decidió por una película rápida (de alta sensibilidad) para captar la noche neoyorquina al natural apenas reforzado por un par de luces leds.

En el día, la textura tenía que ser fiel al suave y gris otoño neoyorquino. Y teníamos que capturar además detalles cotidianos –cual apuntes emotivos–: una hoja desplazada por el viento, un paraguas abandonado en la lluvia.

Con Martín la comunicación fluye desde meses antes del rodaje, hurgamos en referentes pictóricos, literarios y cinematográficos; escogemos los tamaños de lente y filtros principales de la historia y ya en rodaje sabemos –con un cruce de miradas– cuando hay que repetir una toma.

En cuanto a la música, debo confesar que fue la parte más conflictiva. Inicialmente tuvimos una propuesta (basada en un juego de varios saxofones). Tras el largo proceso, el agente de ventas y productores pretextaron el retraso en la salida de la película por la música y propusieron cambiarla totalmente. Se incluyeron temas de archivo y un nuevo músico compuso los temas centrales. La película quedó entonces sobre-musicalizada desde mi punto de vista y tras arduas negociaciones logré aligerarla. Aún quedaron algunos absurdos acordes de guitarra acústica (referencia a “lo hispano”) en un par de transiciones entre Nueva York y la Ciudad de México, que me molestan.

Finalmente, estuve de acuerdo (y me siento satisfecho) por ajustar un primer corte que duraba 100 minutos a los 80 minutos de la actual versión, mediante la narración aún más elíptica que sugiere y “observa” la historia, apostando a la comprensión emotiva más que a la explicación y obviedad anecdótica.

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