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Rebelión popular contra criminales

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Ricardo Del Muro / Austral

Armados con piedras, palos y machetes, los habitantes de Texcaltitlán, Estado de México, se enfrentaron a un grupo criminal de la Familia Michoacana, que intentaban extorsionarlos, dejando un saldo de 14 personas muertas, de los cuales once son delincuentes.

El violento enfrentamiento, que se difundió en redes sociales y fue noticia en los principales periódicos, incluyendo el New York Times, se desencadenó a raíz de un presunto cobro de piso por una pandilla encabezada por individuo conocido como “El Payaso”, señalado como uno de los operadores del grupo criminal La Familia Michoacana.

El enfrentamiento, que se ha viralizado en redes sociales, ha puesto en evidencia el hartazgo de una comunidad de campesinos ante las amenazas de extorsión de un grupo de pandilleros armados, semejante a los que operan en gran parte del país.

No se trató de una pugna entre grupos del crimen organizado y tampoco de un linchamiento, sino de una rebelión popular provocada por el hartazgo

La rebelión de los campesinos de Texcaltitlán hace recordar los planteamientos del filósofo inglés John Locke (1632 – 1704), padre del liberalismo clásico, que justificó el derecho a la rebelión.

Todas las personas son iguales por naturaleza, afirmó Locke, y ninguno tiene derecho a dañar a sus semejantes. La principal ley natural es la preservación de la humanidad y ninguna acción que vaya en contra de ésta puede ser válida.

El estado de naturaleza, señalaba, es pacífico, pero puede convertirse en un estado de guerra, porque en ocasiones los hombres desobedecen las leyes naturales poniendo en riesgo su vida y la de los demás.

En ese caso, los vulnerados tienen el derecho a defenderse y, además, es obligación socorrer a quien sufre un daño castigando el mal uso de la fuerza.

Ante las objeciones de que el derecho a la rebelión podría causar una espiral de violencia, Locke señaló: la alternativa al derecho de rebelión es un mundo en el que las personas honradas callan y aguantan cuando se abusa de ellas. Este mundo, lejos de ser un mundo pacífico sería un mundo cuyos pilares serían “la violencia y la rapiña”, se trataría de una falsa paz que sólo favorecería a “ladrones y opresores”.

Este planteamiento, en el México contemporáneo, trasciende la filosofía para convertirse en un hecho real y cotidiano.

La extorsión de grupos criminales en contra de agricultores, ganaderos y comerciantes se ha convertido en una práctica generalizada en casi todo el país, pero alcanza niveles preocupantes en estados como Michoacán y Guerrero, mientras que en Chiapas la sufren municipios como Frontera Comalapa, Chicomuselo y otros de la zona serrana.

Agobiados por las amenazas y la violencia, los pobladores de varios municipios del país se han organizado para defenderse, mediante la formación de “autodefensas” o “policías comunitarias”.

El hartazgo de las comunidades ante la impunidad con que operan los delincuentes, ha generado muchos casos de linchamientos, que incluso han ocurrido en centros urbanos y en la Ciudad de México.

En algunas ocasiones, los presuntos delincuentes han tenido que ser rescatados por elementos de la policía, la Guardia Nacional o el Ejército, para evitar sean asesinados por las muchedumbres enardecidas.

Sin embargo, en el caso de Texcaltitlán, las imágenes muestran que no se trató de un linchamiento, ya que los pandilleros portaban pistolas y armas largas, mientras que los campesinos sólo estaban armados de machetes y garrotes. Ha sido una rebelión popular en contra de criminales armados.

Lo sucedido en ese poblado mexiquense es ejemplo de cómo el resentimiento puede motivar a la gente a contraatacar a los grupos del crimen organizado que los amenazan y extorsionan todos los días, señaló Sandra Ley, coordinadora de programas de México Evalúa, un instituto de investigación sobre políticas de seguridad pública, entrevistada por The New York Times. Las comunidades se rebelan por el hartazgo y la desesperación. Desde la posición de: “Ya no más”. RDM

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