Por Gabriel Gamar
Tu imagen llegó a mí a través de un sueño
en el que vi tu rostro sonriente como antes,
y vinieron a mí cien mil recuerdos
que acomodé en el breve espacio de un instante.
Recordé tu mano suave entre mis manos
y el sabor cálido de tus besos,
el color océano de tus ojos
y la ternura fraternal de tus consejos.
Te movías como fantasma entre la bruma,
lejana, fugaz e inaccesible;
y mientras trataba de tomarte entre mis manos
tú te esfumabas volviéndote invisible.
El sueño se acabó al llegar el día
y te estuve pensando mucho tiempo,
sorpresivamente escuché tu voz en la distancia
y apareciste viva, real como ave al viento.
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