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En busca del tiempo perdido, fracaso y triunfo, a 100 años de la muerte de Marcel Proust (1922).

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Por Roberto Bravo.

Como se entra a una orden religiosa después de una decepción, Marcel Proust, arribó a la
literatura después de la muerte de su padre, y del verdadero y único amor apasionado que
tuvo, su madre. El dolor de estas pérdidas le hizo hombre y escritor. Lo abandonó la
etapa infantil donde ellos eran el soporte de su vida y la existencia empezó a girar en
torno a En busca del tiempo perdido (A la recherche du temps perdu) y de su primer
volumen Por el camino de Swann (Du coté de chez Swann).

El protagonista de este primer volumen es un niño sensible que crece consentido y un
día, cuando tiene ya treinta años, come un panecillo (magdalena) remojado en té. “Tan
pronto como el líquido caliente con el pedazo de pan me rozó el paladar, me estremecí
impresionado, concentrado por los cambios que ocurrían en mi |…| ¿De dónde había
podido llegarme este gozo tan intenso? Yo me daba cuenta de que iba unido al sabor del
té y del panecillo, pero lo trascendía infinitamente, no podía, sin duda, ser de la misma
naturaleza. ¿De dónde provenía? ¿Qué significaba? ¿Dónde podría aprehenderlo? |…| Y
tan pronto como reconocí el sabor del trozo de magdalena mojado en la infusión de tila
que mi tía me ofrecía |…|, la vieja casa gris con fachada a la calle, donde ella tenía su

habitación, surgió inmediatamente como un decorado de teatro para unirse al pequeño
pabellón del jardín…, hasta convertirse en flores o casas o personas consistentes y
cognoscibles, así aparecieron entonces todas las flores del jardín y las del parque de M.
Swann, y los nenúfares del Vivonne, y las buenas gentes del pueblo y sus pequeñas
viviendas y la iglesia parroquial y Combray entero y sus alrededores, adoptando su forma
verdadera y adquiriendo sustancia, tanto el pueblo como los jardines, de mi taza de té.”

A lo largo de la obra el narrador tendrá otros recuerdos que serán placenteros y que
describirá como acontecimientos dentro de ella, pero que no conocerá su significación
hasta el final del libro. La primera parte de éste es su infancia en Combray. La segunda
parte, trata ya no de impresiones, sino de recuerdos que determinaron su concepción del
amor: El señor Swann (amigo de su familia), rico, distinguido, inteligente, aficionado a
las artes se enamora de una cocotte (una aventurera), y termina casándose con ella, La
mala reputación de ésta (Odette) lo obliga a frecuentar otras familias, y aparecen en la
historia los Verdurin, nuevos ricos que buscan ascender socialmente a través de su
desprecio hacia los aristócratas y su inclinación al arte. Del matrimonio de Swann y
Odette, nace Gilberte, a quien el narrador suele encontrase en los Campos Elíseos y que
después de un largo período de amistad se distancia de él.

La novela es la historia de un ser extremadamente sensible e inteligente que desde su
infancia emprende el camino hacia su felicidad, y mientras la mayoría la busca en el
amor, el reconocimiento ajeno y la trascendencia, él la busca en un absoluto ajeno al
mundo y el tiempo: El arte.

En 1911, cerca de terminar Por el camino … inicia Proust su búsqueda de editor. Para
el autor de Swann no fue fácil publicar sus textos, sólo a través de amistades accedió a el
Figaro, (donde sus lectores lo confundían con Marcel Prévost) para dar a conocer sus
primeros escritos. La Révue de París y Les temps, los habían rechazados. Proust esperaba
que este mismo amigo Calmette, quien lo había ayudado antes, intercediera con el editor
Fasquelle para que imprimiera el libro. Empezaron las negociaciones, hizo intervenir a
Jean Cocteau, quien escribió a Edmond Rostand, autor de éxito de la editorial para que
ejerciera su influencia sobre Fasquelle, quien no rechazo el libro, pero exigió retoques.

Proust llevaba seis años retocando la novela.
Paralela a esta gestión, Proust, que conocía a Gastón Gallimard, le envió el texto; éste,
a su vez, lo dio al consejo de Nouvelle Revue Francaise para que la dictaminaran. André
Gide, a quien incomodaron sus incorrecciones linguísticas, y el “aura de duquesas” que
exhalaba el manuscrito, emitió una opinión desfavorable. Al conocer el rechazo,
inmediatamente Proust aceptó hacer las correcciones que pedía el editor Fasquelle, pero
este, para entonces, le responde que no puede encargarse de editar la obra.
Descartados Fasquelle y la N.R.F., Proust, descorazonado, se resolvió a editar el libro
por su cuenta. “No solamente pagaré los gastos, sino que además interesaré al editor en
los beneficios, no por generosidad, sino para que el desee que el libro triunfe…”
No aceptando está forma de publicar la novela por parte de Proust, su amigo Louis de
Robert le envió el manuscrito a Ollendorf, de la casa editorial del mismo nombre. Quince
días después le llegó la respuesta del director editorial de la empresa en los términos

siguientes: “Quizá sea yo muy cerrado al mérito, pero no comprendo que un señor
emplee treinta páginas en describir cómo da vueltas en la cama antes de encontrar el
sueño. Me he llevado las manos a la cabeza…”
Toda la correspondencia de esta época es conmovedora por la dificultad con que topa
Proust para imprimir su obra maestra.

Tras este fracaso, decidió publicar el libro por su cuenta. René Blum, hermano de
León, conocía a Bernard Grasset, un editor con poco dinero, joven, inteligente y
apasionado por su trabajo, e intervino para que él fuera el impresor. En febrero de 1913
el manuscrito fue entregado a Bernard Grasset. Después de dudar en varios títulos como:
“Antes de amanecer.”, “Las intermitencias del corazón”, “Las palomas apuñaladas”, El
pasado intermitente”, “La adoración perpetua”, “El séptimo cielo”, “Jardines en una taza
de té”, “La edad de los nombres” y otros, el 12 de noviembre de 1913, a petición de
Proust, y por mediación de un su amigo, “Le Temps”, en un largo artículo anunció para el
día siguiente la publicación de la primera parte de La busca del tiempo perdido con una
entrevista a su autor.

El Fígaro, que en un principio no publicó nada de la novela, poco después sacó tres
notas, una, en primera plana de amigos queridos de Marcel, de la misma manera
aparecieron artículos en otros diarios de diversos amigos y en todos ellos se la alababa a
“Swann” sobre todo por su minuciosidad. Proust, decía al respecto: “Mi obra no es
microscópica, sino telescópica.”
Aunque los amigos lo elevaron a la categoría de genio, lo lectores no acudieron a

comprar el libro. Quienes apenas lo conocían y leían aquellos artículos elogiosos
comentaban: “¿Marcel Proust? ¿El Marcelito del Ritz?” Otros opinaban que había escrito
un libro enmarañado, inextricable, para el que encontró un bello título. Los aplausos de
amigos a quienes Proust había enviado “Swann”, demostraban en sus cumplidos que no
la habían leído.

A pesar de todo, con este primer volumen, Grasset, apoyado por Louis de Robert, trató
infructuosamente de obtener para él, el Premio Goncourt.

Casi un año después, el 11 de enero de 1914, Gide escribía a Proust: “Hace días que no
suelto su libro y me sobresaturo de delicia; me cebo en él. ¿Por qué me será tan doloroso
el que me guste tanto? El haber rechazado ese libro constituirá el más grave error de la
N.R.F. (en lo que me averguenza ser muy responsable) y uno de los remordimientos más
punzantes de mi vida… ahora no me basta amar este libro. Siento por él y por usted un
afecto, una admiración, una predilección singulares …”

En junio-julio de 1914, Gallimard renovó con insistencia la oferta de reeditar aquel
libro y todos los siguientes. Fasquele manifestaba su arrepentimiento. En agosto estalló la
guerra, que entre otras consecuencias, tuvo la de hacer cerrar temporalmente la Casa
Grasset, y “Swann” emigró a Gallimard. De esta manera, el autor rechazado por tantos
editores se tornaba en el autor que todos los editores se disputaban.

La edición original de En busca del tiempo perdido, a cargo de Grasset en 1913, iba a
componerse de tres volúmenes: Por el Camino de Swann, Por el camino de las
Guermantes y El tiempo recobrado, con alrededor de 1500 páginas. Cuando acababa de

ser presentada esta edición se vio interrumpida a causa de la guerra. La edición de hoy en
día completada en 1924 por la N.R.F., consta de dieciséis volúmenes y de unas cuatro mil
páginas.

Por el camino de Swann , “Atrae nuestro sentido de asombro y se gana nuestro
homenaje por su velada grandeza. No creo que haya existido jamás en toda la literatura
un ejemplo semejante de poder de análisis” (Conrad).

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