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La vida detenida/ 102

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Mauricio Carrera

Mauricio Carrera

El poeta tiene nuevo libro. También es músico, enamorado, migrante y viste siempre de negro.

Bebemos, como si fuéramos abstemios, y no lo somos, un jugo verde. Pasan las mujeres bellas y las contemplamos, hablamos de literatura y también la escribimos y la leemos.

El jugo verde le suelta la lengua.

Habla de sus encuentros con Ferlinghetti, el poeta beat. También, de su descubrimiento de la poesía. Leyó, a los 16 años, El aprendiz de brujo, de Sergio Mondragón.

-Yo leía a Julio Verne, a Salgari, pero El aprendiz de brujo me deslumbró, me señaló el rumbo: la poesía también era para mí, me hablaba a mí.

Tal vez fue ese modo no anquilosado de escribir. Ese Sergio Mondragón que escribe: “yo que orino hacia el cielo”. O “ya el idioma se precipitó de cabeza en el abismo de las moscas”. O “tus senos montañas propicias a la meditación”. O “mujeres del mar que pueblan la ciudad prohibida colgada en mi garganta”. O “miles davis, trompeta, te subiste el cuello de tu trinchera amarilla”. O “Señor, no quiero ser un yogui maldito, un poeta maldito, un hijo de Baudelaire”. O “ten misericordia del aprendiz de brujo que escribe este poema”.

Un poeta del poder espiritual de la palabra, no en los limbos lejanos sino en el trajín de lo cotidiano. Un aprendiz eterno, alejado de los reflectores. Un beat mexicano, el de la loca poesía en las tormentas del jazz, la mujer amada y el corno emplumado.

Mi amigo es poeta por haber descubierto, de adolescente, a Sergio Mondragón.

Prometemos que la próxima serán unas cervezas, no jugos verdes. Nada de vida light y saludable.

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