Por Gabriel Gamar
Pasé frente al mar donde alguna vez naufragamos
y me detuve a escuchar la sinfonía de las olas,
a mirar los vivos colores del agua,
a sentir la suave brisa tersa como caricia,
admirando la libertad de las gaviotas
y saboreando la sal de la ventisca.
Pero faltabas tú en el paisaje
y antes de continuar triste y solitario
el resto de mi viaje,
lloré desconsolado por tu ausencia
sobre la arena fina del océano.
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