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Olvidos

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Magno Garcimarrero

A los 84 años de edad, es posible que la memoria, hasta entonces eficiente, comience a fallar.

A lo largo de la vida ocurren olvidos, aún en la plenitud, pero conforme avanzan los años éstos son más frecuentes y, peor aún: respecto a asuntos, costumbres o hábitos que se tenían arraigados y mentalmente ordenados.

Si a eso se suma la confusión entre la realidad y los sueños, o la realidad y los sucesos que suelen verse en cine o televisión, asumiéndolos como eventos reales y cercanos, entonces es posible que se esté en el umbral del alzhéimer.

Eso exactamente comienza a ocurrirme.

Antier 27 de octubre de 2023, tuve la idea, de pronto, de que no había ido a la “revista de sobrevivencia” del instituto de pensiones (IPE), dentro del período programado: agosto- septiembre; si lo hice o no, lo tengo absolutamente borrado de la cabeza.

Entonces le pedí a mi secretario que me llevara en auto a las oficinas del IPE.

Ya en las puertas del lugar me bajé olvidando mi teléfono celular dentro del coche, a pesar de que mi ayudante me preguntó si tenía tiempo- aire y pila cargada, le contesté con la humorada de siempre: “mi teléfono viene vomitando aire y pila”, él me aclaró que buscaría lugar donde estacionarse y le llamara al salir, una vez terminado el trámite.

Fue en la ventanilla de revista de sobrevivencia donde me enteré que sí había yo cumplido en tiempo con el trámite: (primer aviso).

Cuando salí de las oficinas me di cuenta que no llevaba el teléfono: (segundo aviso)… y que no estaba mi auto por ninguna parte… (tercer aviso).

Caminé a lo largo de la avenida de ida y vuelta, buscando mi auto y conductor, hasta que se me “prendió el foco” y le pedí a un taxista que me ayudara llamando por su celular al mío y, notificar a mi secretario que ya estaba yo en donde me había dejado.

El buen samaritano hizo la llamada y al escuchar la voz en respuesta me pasó el teléfono, yo me sequé el sudor para no mojar el teléfono ajeno, y le dije a mi auxiliar:

“Ya estoy en la puerta, ven por mí” … y, él me contestó: “levante la vista, ya estoy frente a usted”. (último aviso de anomalía cerebral).

Después de esto, prefiero pensar que es principio de alzhéimer y no pendejez.

M.G.

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