Por Gabriel Gamar
¿Por qué será que llueve igual
en los ojos de un niño
que en los de un anciano?
¿Será porque su alma es similar
o porque no hay espacio
para almacenar tanto caudal?
Sin embargo, no llueve igual
en los ojos de un hombre
que en los de una mujer;
en ella no es lluvia, es llanto de verdad;
en él es nostalgia y dolor contenido
que brota de pronto
como un violento río en busca del mar.
En los ojos del hombre
el agua se niega a brotar;
en los de una mujer
brota tan fácilmente como un manantial…
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